Workshop: Corara
Craft: Pottery and ceramics
Trail: Amazon Route
Location: Mocagua, Amazonas
Antes de cualquier cosa, Matilde les da gracias a sus ancestros, a sus abuelos, a su mamá, por lo que ella es. Sabe muy bien que fueron ellos quienes le heredaron los sueños del río, esos que cantan que Mowacha ha tejido la jicra y la hamaca y Aixcüna ha tejido el tipití y el cernidor,y lo hizo con huarumá y chambira. Matilde sonríe y agradece haber crecido con las historias de estas hijas del Amazonas y quienes le dieron origen al mito de esta selva magnífica; es consciente de que tiene en sus manos la responsabilidad de seguir contándolas, sus historias. Y sí que lo hace, como lo hizo su madre María Antonia tejiendo. Pero ella, se narra desde el barro, es una de las maestras alfareras más reconocidas del pulmón del mundo. Es una mayora respetada y admirada dentro de su comunidad. Pero es, sobre todo, una persona dulce y generosa, que comparte su saber con alegría y abundancia.
Matilde recuerda cuando caminaba de niña por la selva junto a su abuela Rosa Ángela. Ella le enseñó a recolectar la chambira, esa palma espinosa con la que los indígenas tikuna tejen sus hamacas y mochilas. Y le enseñó a tejer. También la llevó a los pozos de colores, colmados de barros de distintas tonalidades con las que hacía todas las tinajas y ollas que se necesitaran. Eran lugares secretos y mágicos. Así como secreta fue la forma como le mostró el árbol de apacharana y de qué manera su corteza vuelta ceniza, era la mejor mezcla para las arcillas encontradas. Tiene grabada, además, la forma como la abuela mordía un trocito de barro para detectar si tenía arena y, de hacerlo, lo desechaba para el oficio. Y, cuando metía la mano y palpaba una textura aceitosa entre los dedos, sabía que allí había buen barro.
Pero cuando ya iba aprendiéndolo todo, a sus nueve años, una foránea, una mujer del Brasil (de Ipiranga), que venía a sembrar arroz, se la llevó a Leticia para que cuidara a su bebé recién nacida. De eso fueron 15 años en donde solo iba de visita a casa. Allí aprendió español, lengua que le ha servido para intermediar por su comunidad y contar su oficio porque, ah, hay que contar que luego de ese tiempo largo lejos de su abuela, se acercó de nuevo a ella, recién regresada a su comunidad en San Martín de Mocagua, y la hizo tomar el oficio del barro con toda la seriedad de quien se sabe continuadora.
Y así ha sido. Ya con los sesentas cumplidos sabe que moldear el barro es mucho más que un oficio que hace tinajas. Allí, en ese barro está contenida la sabiduría de un territorio, los secretos de la tierra húmeda, del tiempo de las manos y de los caprichos del fuego al que hay que saber tratar para que queme parejo y, si ha de hacerlo de forma desigual, pues que deje impreso un dibujo-mancha único e irrepetible. Incluso, sabe que en urnas de barro se despidió por años a los muertos envueltos en tierra para volver a la tierra. En sus ollas boconas se sirve la chicha de la comunidad y en sus tinajas se carga el agua. Sabe que su apellido preserva la tradición pues tiene en sus hermanas de apellido Santos en San Martín de Amacayacu, Francisca y Dominga, otras herederas del saber alfarero del Amazonas. Hoy Matilde protege su fuente de barro, cerca de su casa en el pueblo de Mocagua. Y dicta clases de cerámica si se lo piden en Calanoa, el reconocido hotel de Diego Samper al pie del Amazonas. Así mismo, estudió turismo, y ejerce de intérprete, así que promueve su cultura con todas las de la ley.
No puede copiar contenido de esta página