Taller: Onix artesanías
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cesar
Ubicación: Valledupar, Cesar
Cuando Onilda Rodríguez tenía ocho años el fique todavía no se cultivaba en La Mina, el resguardo indígena kankuamo donde vivía con su familia y en donde nació. Entonces su madre, Sixta María Mendoza, le enseñó a tejer con las fibras que sacaban del plátano, y así, sin desperdiciar el escaso fique, Onilda dio sus primeras puntadas. No todos sus quince hermanos y hermanas aprendieron a tejer, pero a ella le interesaba todo el proceso: hilar, empatar, tinturar y hacer distintos diseños y puntadas. A las mochilas que hacían les llamaban arroceras, pues se intercambiaban por libras de arroz.
La mochila tradicional kankuama es la de fique blanco. Ahí se cargaba todo y era común usar más de una mochila, entre pequeñas y grandes. Cuando alguien sale sin mochila sale sin esperanza, dice Onilda. En ellas se llevan los guineos, la yuca, el café, el pan, y en el caso de los hombres, el poporo, recipiente ceremonial, y el ayo, que es como se le conoce en esta región a la hoja de coca. Hasta los niños y niñas se cuelgan la mochila. Usan las más pequeñitas y les meten cualquier cosita que se encuentren. Se los puede ver usarlas en la Fiesta de los Indios, cada 29 de abril, a la que toda la comunidad asiste para pagar sus promesas.
Onilda se crió en La Mina. Allí creció y tuvo a sus ocho hijos, siete mujeres y un hombre. En el 2000 decidieron irse a Valledupar, desplazados por la violencia y el miedo que inundaba el ambiente. Antes de tener que irse, Onilda ya se había asociado con otras tejedoras, les había enseñado a tinturar con anilinas y a hacer puntadas. Una vez en Valledupar, siguieron trabajando juntas, se apoyaban y ella las motivaba para que siguieran tejiendo y comercializando sus artesanías. De vuelta en La Mina, a donde Onilda y su familia pudieron regresar años después, todavía sigue en pie su grupo de artesanas. Actualmente se organizan y se reparten las labores. Son aproximadamente cincuenta mujeres. En el grupo hay quienes tejen en fique, en lana de oveja o de alpaca, quienes hacen mochilas grandes o pequeñas, y quienes hacen solamente gasas. Entre todas van aportando.
Las siete hijas de Onilda Rodríguez conocen el oficio artesanal. Las crió en lo que ella llama la universidad ancestral, donde les enseñó a tejer y a cocinar. Además de tejer las mochilas, las decoran con semillas que recogen del territorio, hacen collares y pintan sobre tela. Y como ella, enseñan lo que saben. Hoy en día son las encargadas de comercializar lo que la propia Onilda hace y han tenido la oportunidad de ir a Bucaramanga, Santa Marta, Cartagena, Cali, Medellín, Chile y España a exhibir sus artesanías.
Si visitas a Onilda Rodríguez y su familia de artesanas, además de conocer de cerca su habilidad en la tejeduría, podrás probar las delicias que se preparan en La Mina. Te aconsejamos tomarte una aguapanela o un jugo de caña, y preguntar por los dulces de mango, filo, ñame, piña o coco, y por las cocadas y chicanas. También por las almojábanas, cuya receta Onilda y sus compañeras del municipio aledaño de Atanquez han estado interesadas en rescatar.
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