Taller: Artesanías Aregua
Oficio: Marroquinería
Ruta: Ruta Arauca
Ubicación: Tame, Arauca
A Pedro Solorzano se lo puede ver recorriendo las calles de Tame en su bicicleta, su almacén andante cargado de atados de llaveros y cerdas para sombreros. De joven, la devoción de todos los días de este llanero era jinetear, torear y enlazar. Ahora, cambió el caballo por la cicla, ordeña las vacas mansas y trabaja el cuero curtido.
Tras llegar del Casanare con sus padres y sus nueve hermanos, Pedro se forjó en los fundos de las haciendas llaneras. Allí trabaja cada mayo, junto a otros veinte o treinta vaqueros, arreando el ganado criollo y mañoso. Durante quince días recorrían los fundos a caballo, agrupaban las reses y separaban a las vacas de los becerros para herrar la becerrada. En ese entonces, era común que del mismo ganado sacaran sus herramientas. Las sogas estaban hechas del cuero crudo de una res recién muerta. Lo extendían y cortaban en un tira delgada y continúa, que entorchaban y ponían a secar bajo el sol. El resultado era una soga de más o menos cuarenta brazadas, perfecta para el trabajo, y con los trozos más pequeños, hacían tiras que luego agrupaban en rejos. Para cuando había que tapar zanjas estaba la parihuela, una especie de carretilla hecha con un cuero seco que agarraban entre dos para cargar la tierra, moverla e ir rellenando. Y con los cachos cortados, ahuecados con hierros calientes, hacían las cacheras, una especie de aplique para amarrar sogas a las cabezas de los animales.
Gracias al arduo trabajo en el campo Pedro aprendió a manejar a los animales y formó su identidad llanera. Además, sin saberlo, ensayó para la labor que ejercería más adelante. Hoy, pasados sus años de vaquero, algunas cosas han cambiado: ahora trabaja con cueros curtidos y el ganado de los fundos ya no es criollo sino cebú, pardo normando y holster. Pero, como dice Pedro, «a uno cuando le gusta una cosa nunca se le olvida y nunca deja de practicarlo», y por eso, no podría dedicarse a algo que no tuviera que ver con esta tierra.
Su actual vida de artesano comenzó a manifestarse en el 2017, cuando conoció a un señor artesano en Yopal. Pasó una temporada viéndolo trabajar el cuero, poniéndole atención a cómo cortaba y ensamblaba sus piezas. Para cuando se despidieron, le regaló tres moldes para que se llevara a Arauca: de cotizas, boticas y un estribito para llavero. Pedro regresó a su casa con la mente fija en el trabajo en cuero, repasando todo lo que había visto. Entonces se puso a replicar los moldes y se dio cuenta de que era bueno para ello. Sus años de vaquero, fabricando sus propias sogas, rejos y cabestros lo habían preparado para ese momento.
Si antes hacía algún bolso en cuero crudo para cargar las grapas y martillos para mandar línea y separar los porteros de los fundos, ahora Pedro los hace en cuero curado, los cose a mano con hilo y los repasa con tiras del mismo cuero. Los hace con bolsillos y los manda a adornar con un joven que, en pirograbado, les dibuja escenas típicas del llano, con caballos, palmas, chiguiros y ganado. Hace, también, cintas para la copa de los sombreros en cuero y en crin de caballo trenzada, aprovechando que en noviembre se tiene la costumbre de peluquear a las bestias y herrar los potros. Y entre sus productos se encuentran, además, correas y una infinidad de tipos de llaveros, en forma de cotizas, botas, estribos, triángulos, corazones, sillas de montar, sombreritos borsalinos, y tejidos con pepas de palma de aceite y ojo de buey.
Este carismático artesano, que está lleno de sorpresas, además de vaquero y experto en cueros, es cantante. Compone letras de pasajes y coplas, cantándole a su tierra y a las mujeres, sus dos grandes amores. De vez en cuando, se presenta con un grupo, acompañado de un cuatrista, bajista, marisquero y arpista. Así que cuando lo conozcas, no dudes en pedirle que te eche un pasaje. De seguro lo hará encantado.
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