Taller: Contreras & Zapata
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Paipa - Iza
Ubicación: Duitama, Boyacá
Se sabe buen vendedor y uno lo oye hablar y entiende por qué lo dice. Es jovial, entregado, divertido y entrador. Si bien en su casa su mamá tejía, y lo sigue haciendo, el oficio se le vino a afincar por cuenta de su esposa Yaneth y el negocio que tenía su familia, la reputada fábrica de ruanas de los Contreras, La Tejedora. En todo caso no deja de mencionar ese gusto tan grande que siempre ha tenido por los hilos, al ser el que iba a buscarle, cuando era un estudiante de la capital, el pedido de lanas, hilos y algodones a su mamá a la mercería La Casa Rosada, uno de los sitios más queridos por quienes estudian diseño textil en Bogotá. Con estos, doña Margarita Uribe hacía mochilas, tejía en croché, en dos agujas y hacía punto de cruz, técnicas que hoy, ya entrada en sus ochentas, sigue ejerciendo. Sin embargo, fue por el corazón que Ricardo decidió meterse de lleno en el negocio de familia al punto de que hoy dice, con orgullo, que pertenece a la quinta generación de artesanos dedicados al tejido.
Es díscolo y se ríe recordando lo parrandero que fue de joven, cuando pasó de agache la carrera de Publicidad al dedicarle más horas del día, o de la noche mejor, a la rumba en La Teja Corrida y el Goce Pagano, que al estudio. Pero esto le da pie para contar que ni él ni su esposa Yaneth estudiaron algo relacionado con la artesanía, aunque su vida terminó cruzándose justamente por los tejidos. Ella empezó una Ingeniería de Alimentos que poco le interesaba, para descubrir que su pasión era la Arquitectura, y él terminó dándose cuenta de que su habilidad era la comercialización de los productos artesanales con los que siempre había estado rodeado.
Ambos empezaron su vida en común derivando su sustento de la marca de la familia Contreras. Él, se echaba al hombro un maletón repleto de cobijas y ruanas de lana virgen y se iba para Bogotá a vendérselas a cada uno de los miembros de su familia paisa, así como a los numerosos amigos que había hecho en su muy nutrida vida social. Los convencía a todos de esa deliciosa necesidad de la lana. Además empezó a surtir a los almacenes y fue encontrando el gusto por negociar y hacer acuerdos de ventas al por mayor que lograba no solo por presentar un producto excelso, sino también por su tremenda oratoria y carisma del paisa que hay en él, gracias a esa herencia manizalita de su mamá. Por supuesto, para vender como lo ha hecho siempre, sabe que es esencial ser un buen tejedor, así que también lo es.
Cuando lo pasea a uno por su taller, se detiene, admirado, en los dummies que fabricó hace más de 18 años su esposa cuando iniciaron su propia marca, Contreras y Zapata Diseño Textil. Allí, Yaneth, le echaba mano a su rigor arquitectónico y se ideaba maquetas de patrones de diseño que luego aplicarían en cubrelechos, cobijas y throws, o telas decorativas. Gracias a esos detalles, Ricardo tiene perfectamente identificado que cuando los invitaron a participar en las ferias artesanales su negocio se transformó y el trabajo adquirió otra valoración. Si bien sigue produciendo grandes cantidades de ruanas y cobijas, su énfasis es en los acabados y en la pulcritud de la lana para que sentirla sea una experiencia de suavidad plena. Los bordes, fileteados a mano, terminan el producto de forma delicada. Quizá por eso es tan valorado en Europa, en donde tiene una cliente que ofrece sus cobijas en Londres, como un producto hecho a mano de altísima calidad.
Sabe que volver al origen era lo que había que hacer, así que su esposa y su mamá son sus mayores cómplices en la conservación de una tradición de la que han hecho su vida.
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