Pensar en Llano, en la imagen de la llanura. Pisar los Llanos orientales. A eso te invitamos al imaginarnos esta ruta por el territorio del horizonte infinito. Será la oportunidad para conocer a su gente, orgullosa de su territorio, de su legado campesino y atado a la tierra. Una tierra a la que se le canta y trova, que se cabalga y se le zapatea al son del joropo. Una tierra fértil que alimenta con carne y pescado a los suyos y que tiene una despensa generosa que surte al país de frutas y hortalizas. Aquí verás cómo los oficios artesanales reflejan una idiosincrasia y una cultura arraigadas, en donde una poderosa cultura ganadera ha hecho del trabajo en cuero un sello de identidad, tan notable como la elaboración de cotizas con las que se baila y camina o como el chinchorro que le ofrece descanso a sus hijos. Para acompañar el sentimiento de ser llanero, la música de arpa, cuatro y bandola y para recordar el origen, un viaje al pasado prehispánico de la mano del trabajo en madera y de la bisutería étnica de sus hermanos sikuani y wanano. El cruce cultural aquí es impresionante, al punto de que una de las festividades más reconocidas del departamento, tan importante como el Festival Internacional del Joropo o los espectáculos de coleo, son las famosas Cuadrillas de San Martín, un juego a caballo que se vienen realizando desde 1735 y que representa la conquista española y las tensiones entre españoles y moros con quienes aquí habitaban, indígenas o guahíbos y negros o cachaceros. Estar en el Meta significa también degustar los productos deliciosos que se hacen con arroz, amasijos, torta gacha como la llaman en San Martín, pan, envueltos, rosquitas y masato. También, comer mamona o ternera a la llanera, carne desmechada al horno o conocida como “a la perra” y deleitarse con pescado “amarillo a la monseñor”, bautizado así en 1979 por el chef Carlos Infante en homenaje a monseñor Gregorio Garavito en su cumpleaños 60. Y si en materia cultural esta tierra es rica, es porque no hemos hablado de su belleza natural: al cañón del río Güejar, en Lejanías, hay que ir al menos una vez en la vida. Así como subir al Mirador del Llano El Obelisco – Alto Menegua, en Puerto López, antes conocido como de Matapalo, del que se dice es el ombligo de Colombia; después de ver el amanecer o el atardecer allí nada volverá a ser como antes.
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En la capital del departamento tendrás la oportunidad de conocer dos oficios artesanales distintos: la luthería o arreglo de instrumentos musicales de cuerda, de la mano de Óscar Olimpo Díaz y descubrir la cultura wanano guiados por Graciela Barbosa. Será una magnífica inmersión cultural, en la que te invitamos también a visitar la Iglesia en el parque central. Este paseo lo puedes acompañar yendo al Bioparque Los Ocarros o al parque Pioma parc, en donde puedes hacer una cabalgata y alojarte. Si eres ciclista, no dejes de ir a la vereda del Carmen y probar sus rutas de ciclomontañismo, y si lo tuyo es el parapente, lánzate desde el Mirador de Buenavista. Si quieres una experiencia de la vida en una granja llanera, pásate por el parque agroecológico Merecure. El restaurante más tradicional de esta ciudad es Los Trigos, pide allí la carne a la perra, y si te coje el tiempo en la calle y quieres probar delicias certificadas, pasa por Rodolfo o La comelona de Luisa, donde el imperdible es el perro caliente pesadilla.
A 64 kilómetros de la capital, San Martín es un municipio con más de 400 años de historia, y en donde se llevan a cabo las famosas Cuadrillas de San Martín, el desafío ecuestre que recuerda los tiempos de la conquista, los días 10 y 11 de noviembre de cada año. Es todo un patrimonio que vale la pena conocer y en donde los días previos al espectáculo los sanmartineros abren las puertas de sus casas para que quienes los visitan se disfracen y, enmascarados, se pongan en modo Cuadrilla. De San Martín no te puedes ir sin visitar a Jesús Castaño, famoso por las cotizas sanmartineras que ponen a bailar a todo el mundo desde hace 50 años. Te dará una clase de lo que significa ser llanero y te contará con detalle de qué van las Cuadrillas de San Martín. Este es un municipio de una gran riqueza culinaria. No dejes de probar el masato y las arepas de arroz, así como las rosquitas o pan de arroz y la torta de gacho, todos famosos en este pueblo. También las hallacas de maíz y carne, otro cruce cultural, esta vez con la frontera venezolana. Para comer típico, la famosa carne a la perra o a la llanera, ve a Los Trigos, a La Casa de la Abuela, Llano verde, El Caporal o El Rincón del Tigre y, para el postre, busca Exótico, una heladería para degustar la gran variedad de frutas de la Orinoquia, sabores como el açaí, el mamoncillo, el chontaduro o la gulupa y busca también los Helados de doña Nelsy para llevarte a la boca el sabor del helado de leche y Pony Malta. Además, conoce la finca La Martina, donde descubrirás la vida de campo llanera y La Macarena, en la cual el campo de girasoles te sorprenderá.
Ahora, emprende tu camino hacia Lejanías (a 60 kms), allá puedes dormir cómodamente y prepararte para sus estupendos paisajes y un clima algo más fresco que el resto de los municipios llaneros. De este municipio se dice que es el más lindo del departamento, que es la capital frutícola de Colombia y que resguarda la belleza de las piscinas naturales del Güejar. Ve a conocer la corporación artesanal de Miryam Heredia y descubre de su mano cómo se hacen los sombreros y los animalotes en papel maché. También es el lugar del descanso y los paseos de río (el baño en el Guape, con sus aguas frías, es refrescante y permite navegarlo en neumáticos), también el sitio para ir a Piedras Gordas y ver investigaciones arqueológicas en curso. ¿Para comer? El sancocho de gallina en las fincas (Aula Viva es genial y allí se puede probar el vino de café y de naranja tangelo) y la cachama y mojarra en todas sus presentaciones. En verano, a comienzos de año, se hace el Festival de Verano y se hacen regatas en el río Ariari.
A 86 kilómetros de la capital, Puerto López es el lugar propicio para descubrir qué es un amanecer o un atardecer llanero. En la Torre Mirador del Llano, de más de 40 metros se puede contemplar la explanada más maravillosa de este territorio. Ahí, además, puedes encontrar mangas de coleo donde puede verse cómo se practica este deporte. También está el parque de la avestruz, para que descubras a este magnífico animal y pruebes a qué saben sus huevos. Pasea también por el malecón. En el centro del pueblo está la Laguna la Venturosa, en donde puedes hacer bicicleta acuática y fascinarte de este espejo de agua en medio de la ciudad. Además, podrás hacer avistamiento de aves y navegar por el Río Meta. Aquí la comida es principalmente pescado, al punto de que no te será extraño el Monumento al canoero, que es quien pesca lo que alimenta a este municipio. Prueba las albóndigas de pechuga de bagre, plato típico de allá. En Donde su taita o Donde Zenaida el pescado es una delicia, así como en Donde Manchego está recomendada la carne a la llanera.
Toma carretera por unas dos horas y llega a Puerto Gaitán. Allí tendrás el gusto de conocer a Ramiro y Diana Moreno, él, hacedor de bancos de pensamiento sikuani y, ella, tejedora de bisutería étnica en mostacilla. En homenaje a esta cultura indígena, el plato a probar es la tatamá, una cachama apanada en mañoco, acompañada de queso asado y plátano; también el pez amarillo en salsa de mariscos o el bagre en salsa verde. Además, es el sitio para avistar toninas en el río Manacacías, en enero y julio.
Carne a la llanera. Hoy en día todas las carnes (de diferentes animales) se asan en una hoguera de leña, lo que se traduce en un aromático ahumado para todas ellas. Inicialmente se comía Ternera a la Llanera o Mamona, que consistía en asar cortes especiales de una ternera joven sobre una hoguera de leña trinchados en varas. Sin embargo, esa técnica de cocción ha permitido que se asen cerdos, corderos e incluso pescados. Es una delicia culinaria que se caracteriza por su sabor ahumado, su jugosidad y su textura suave.
Los asaderos recomendados para probar la tradicional cocina del Meta son El Amarradero del Mico, el restaurante El Cabrestero, en Villavicencio, el Asadero El Caporal, en Lejanías, y Asadero Así es mi Llano, en Puerto Gaitán.
El Amarillo Monseñor es una preparación con un tipo de bagre que le rinde homenaje a un jerarca católico y que quedó en todos los recetarios del departamento con más de 40 años de tradición. “Al amarillo hay que pocharlo en vino. Hay que hacerle salsa bechamel con un roux de harina y mantequilla y el consomé se le agrega crema de leche y se comienza a aromatizar. El proceso exacto es: usted pocha el pescado, se cocina y en otro sartén se tiene lista la salsa de bechamel. La salsa que yo hago es parecida a la vizcaína, trae tomillo, laurel, cebolla, ajo, pimentón y jugo de tomate natural. El pescado se aromatiza con vino, se le echan los camarones, los champiñones, la salsa y se mete a gratinar en una cazuela típica de barro, se le pone queso parmesano y como decoración tres huevos de codorniz”, escribió el cocinero Carlos Infante, creador del prestigioso platillo. Infaltable en el Hotel del Llano donde además nació el plato.
Carne a la Perra es una carne de res que se prepara, a la manera de la lechona, usando la piel del animal como contenedor (aunque aquí la piel no se come); se hornea dentro de la tierra con un fogón de leña encima. El plato debe su nombre al parecido que tenía con las ‘perras’, odres en los que se envasaba la miel (los odres son pieles de algún animal, cosida, pegada y preparada para guardar o contener líquidos, especialmente vino o aceite). Hay que probarla en Bastimento, en Salma y en Nido en Villavicencio, aunque se encuentra en varios restaurantes de la región porque permite tener un plato de sabores únicos en grandes cantidades.
Son famosos los productos derivados del arroz, particularmente en el municipio de San Martín. Allí puedes probar el pan de arroz, los tungos (bollos de arroz envueltos en hojas de plátano, que se cocinan al vapor), las rosquitas (o anillos de arroz frito que se bañan en miel o panela) y, finalmente las arepas de arroz, hechas de arroz cocido y abundante cuajada o queso. Parada obligada en Los Trigos en San Martín y en Lanza Llamas.
El queso siete cueros es un producto lácteo típico de la región de los Llanos Orientales de Colombia, especialmente del departamento del Meta. Es elaborado mediante la técnica de pasta hilada o “pasta filata”, que le da una textura elástica y chiclosa, ideal para disfrutar con bocadillo, café o cualquier otro alimento. Tiene un sabor ligeramente ácido y una consistencia multicapas, diferente a otros quesos. Es empacado en forma de cilindro con varias capas o “cueros” de queso, que le dan el nombre de siete cueros. Este método de empacado ayuda a conservar el queso y a darle una presentación original y llamativa. Es elaborado con leche de vaca de alta calidad y grasa, producida de forma artesanal y a pequeña escala en el Meta. Esto garantiza un producto fresco, natural y con un alto valor nutricional. Vas a la fija en La Catira, ubicada en la vía Restrepo-Cumaral en donde encontrarás uno de sus mayores exponentes.
La Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia es un programa especial del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, ejecutado por FONTUR, que trabaja con 17 municipios de Colombia que poseen declaratoria de Bien de Interés Cultural (BIC) a nivel nacional para su valoración y proyección mediante el turismo, generando así más oportunidades de desarrollo y sostenibilidad en las comunidades.
La Medalla a la Maestría Artesanal es un galardón que Artesanías de Colombia entrega anualmente, con el cual se hace un reconocimiento a aquellos artesanos, empresas y comunidades artesanales que, contando con una trayectoria destacada, sobresalen a nivel nacional por su excelencia en el oficio así como por preservar el quehacer artesanal.
Es un signo distintivo que identifica productos reconocidos o famosos por tener una calidad o características específicas derivadas esencialmente del lugar de origen y la forma tradicional de extracción, elaboración y producción por parte de sus habitantes. La protección conferida sobre una Denominación de Origen implica que ninguna persona puede identificar con la denominación protegida productos iguales o similares a los amparados, cuando no provengan del verdadero lugar y no cumplan con las características o calidades que le han dado la reputación al producto reconocido. Las Denominaciones de Origen para productos artesanales colombianos que han sido protegidas por la Superintendencia de Industria y Comercio en nuestro país son actualmente 12.
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