Menu

Celmira Buelvas Escalante

Taller: Artesanías Karen Dayana
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Bolívar
Ubicación: San Jacinto, Bolívar


Imagen de Medalla Maestría Artesanal

El camino como artesana de Celmira Buelvas empezó más por una necesidad que por el deseo de seguir conscientemente la tradición de su pueblo, San Jacinto. Tenía nueve años cuando su madre, Rosa María Escalante Carmona, falleció, y a falta de un padre presente, ella y sus tres hermanas quedaron huérfanas. ¿Qué más hacían si no aprender a trabajar? Se resguardaron bajo el ala de su vecina Mercedes Pimienta, a quien le aprendieron a tejer aunque al principio les tocara encaramarse en tres ladrillos para poder alcanzar el 1,80 del telar. Para cuando Celmira tenía 13 ya sabía hacer las hamacas grandes. En esos primeros años trabajaron como mano de obra para la señora Mercedes, que no hizo caso del desprecio de tantos vecinos que discriminaron a las niñas por haber quedado sin madre. Las esperaba un futuro distinto, el de ser artesanas entregadas. En el caso de Celmira, el de ser merecedora de una Medalla a la Maestría y convertirse en empresaria.

Celmira habla en plural. Sabe que la colaboración entre personas es el núcleo de su trabajo, tal y como se lo enseñó su experiencia con la Asociación Artesanos de San Jacinto, a la que la invitó una amiga que fue como un hada madrina. Su taller ha sido un hogar para muchos, ese lugar al que le habría gustado llegar cuando pasó tantas necesidades de niña. Su vida se ha convertido en una oportunidad para enseñar todo lo que ha aprendido, y así ayudar a transformar las vidas de quienes están a su alrededor. Por eso, cuando se ganó la medalla en el 2022, repartió el reconocimiento entre todos los que juegan un papel en su taller, y para todos alcanzó. Le ha enseñado a tejer a sus cuatro hijos, a un sobrino al que la vida no le ha sido fácil, a un vecino que ha pasado muchas necesidades y se convirtió en su hijo adoptivo, y a todos los que se han acercado a ella para que en vez de darles el pez, les enseñe a pescar. La empuja el deseo de que ni sus hijos, ni sus nietos, ni sus vecinos sufran lo que ella sufrió, que no se vuelva a repetir la historia.

Dice que ese es apenas el abrebocas, que si nos cuenta todo lo que le ha pasado en la vida no nos alcanzaría el cuaderno para registrarlo, y que habría que atajarla porque es mucho mucho lo que tiene para compartir. Es serena y calurosa. Vive muy cerca de sus hijas Blanca y Karen Dayana, quienes le aprendieron el espíritu con el que trabaja y la entrega por el bienestar de la familia. Juntas hacen hamacas, mochilas, caminos de mesa, individuales y bolsos, siempre manteniendo vivos los detalles que las caracterizan como artesanas propias de San Jacinto.

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

No puede copiar contenido de esta página