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Hermes Romero

Taller: Hermes Romero
Oficio: Marroquinería
Ruta: Ruta Casanare
Ubicación: Paz de Ariporo, Casanare


Imagen de Medalla Maestría Artesanal

Hablar con Hermes Romero es hacerlo con toda una institución llanera. Ganador de la Medalla a la Maestría Artesanal, encarnación plena de lo que significa llevar este territorio en el corazón, el cuerpo y las manos. No en vano fue uno de los artesanos elegidos, en 2011, para ir a representar y dar a conocer los saberes tradicionales de Colombia en el Smithsonian, de Washington, esa relevante institución científica y cultural estadounidense. Lo hizo como hacedor de las tradicionales hamacas campechanas, como intérprete del furruco, como cantante y demostrando su hábil manejo del contrapunteo, esa batalla de versos propia del Casanare. Fue como embajador del modo de vida llanero, uno en donde el conocimiento es integral y no se limita al dominio de un oficio, sino a la conciencia de que mantener y usar las tradiciones es lo que les garantizará su sobrevivencia como cultura.

Lo sabe y lo expresa con sabiduría de la vida vivida: Ya con los 60 años cumplidos, para él ser llanero es aprender a oír el silencio de la noche a través de los sonidos de los animales, es amanecer con el trinar de las aves y salir con el tinto de la mañana para regresar a casa a la seis de la tarde, luego de haber estado enlazando, coleando y atajando. Es celebrar el ordeño, es cantarle a la vaca, salir a caballo, estar pendiente de los conucos, abastecerse de las huertas, intercambiar lo que falte, cuidarlo todo, la cerca, los animales, los potreros, los maizales y yucales. De hecho, hasta le escribió una canción a su sentimiento, que dice: “en una tarde cualquiera, allá en mi Llano, bajo de un sol veranero, me puse a pensar en la vida del hombre sabanero, de aquel que vive y disfruta y es feliz de ser llanero, y llegué a la conclusión y, hoy, con razón, le gritaré al mundo entero que no hay cosa más bonita que haber nacido llanero y, aunque no lo crean, mi Llano siempre es primero”.

Maestro del trabajo en cuero, mantiene viva la elaboración de todos los implementos para el trabajo a caballo y con el ganado. Cuenta que cuando se mata una res –lo que ocurre con frecuencia para alimentar a los trabajadores de los fundos o fincas–, se estaca su piel al piso para estirarla y, de esta forma, dejarla secar al sol de dos a tres días, para luego humedecerla, cortarla en correas circulares y parejas y tejerlas entrelazadas. Hermes tiene la fama de cortar el cuero en impecables líneas rectas, sin regleta ni nada que lo guíe. Se ha especializado en la hechura de los cabrestos, los aperos de cabeza, con su bozal, rienda y freno, todos, elementos para conducir al caballo, así como los rejos, sogas o marotas para enlazar a las vacas. Estos rejos los hace a la manera tradicional. Su longitud se mide en brazadas; una soga, para serlo, debe tener unas 20 brazadas, o 32 a 35 metros, y también se hacen rejos de 7 brazadas que son unos 10 metros. Así mismo, hace los cabrestos del caballo, su cabezal, con cuero y crin de caballo, un trabajo que implica procesar este pelo como lo hacen con la lana: se lavan las crines, se secan, se escarmenan o desenredan y seleccionan para sacar las partes cortas que no sirven en el momento de la urdida, se hilan y tuercen para finalmente hacer un tejido de ocho guías.

Pero si hacer este trabajo dispendioso ya es mucho, lo que realmente ha hecho famoso a Hermes son sus campechanas, las hamacas llaneras, fabricadas en cuero. De estas se sabe que existían en tiempos de las campañas libertadoras, pues un grupo de lanceros, como se lee en los pocos textos que hay con su mención, le regaló una a Simón Bolívar. Era una forma para dormir un poco más cómodos en medio de las andanzas. Se trataba de dormir sobre un lomo de animal, sintiendo su envergadura y tibieza.

Las aprendió a hacer cuando iba a cumplir sus 30 y desde ahí no ha hecho más que perfeccionar la técnica. Por años las hizo en cuero crudo, las criollas como se les conoce, unas a las que, como a un caballo, había que amansar por su cuero duro, sin embargo, hoy trabaja con cueros curtidos al cromo que le han dado una suavidad a la piel que hace que quien se acueste en ellas se sienta en medio de un abrazo. Han sido años de trabajo e investigación, recorriendo curtiembres por todo el país, verificando procedencias y buenas prácticas, hasta que dio con una proveedor en Cogua, Santander, que le ofrece lo que él mismo quiere ofrecer. El diseño en rombos y distintos tejidos, le dan la elegancia y consistencia de una piel de cuero con la frescura de los diseños abiertos.

Así que si quieres descubrir cómo se duerme en los Llanos, es esencial probar hacerlo en una de las campechanas de Hermes. Es posible que, como a ellos, te quede gustando la costumbre.

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