Taller: Corpolienzo
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Santander
Ubicación: Charalá, Santander
A Corpolienzo lo componen, en su mayoría, mujeres, las herederas de la tradición de la tejeduría e hilandería en algodón de Charalá y actuales embajadoras de la transformación del oficio. Son quienes mejor conocen la historia de los lienzos sobre los que se solía secar la panela en los trapiches, pues es la historia de sus familias, quienes tuvieron que ajustarse al gran cambio que les sobrevino cuando la panela pasó a ser secada sobre piezas de madera. Las abuelas, madres y vecinas de las actuales tejedoras de Corpolienzo cosechaban el algodón, lo hilaban, y tejían con él los lienzos para la panela y la ropa para la familia. Con el cambio, la tejeduría pasó a un lado, y se fue adormeciendo su práctica.
Para cuando Pierre Raymond, antropólogo y docente del Instituto de Estudios Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana, llegó a Charalá en el 81 investigando la caña panelera, se encontró con esa práctica que estaba desapareciendo, con las pocas abuelas que aún tejían en sus casas. Su investigación se extendió entonces al algodón santandereano, con un interés por las economías campesinas y el rescate de las técnicas de producción en la agricultura campesina. Más de diez años después, tras haber creado un programa de educación rural junto a la comunidad en el Hogar Juvenil Campesino, y haber apoyado la asociación entre quienes buscaban nuevas oportunidades de ingresos, legalizaron en noviembre del 93 Corpolienzo. La situación y las posibilidades se enlazaron: las familias campesinas buscaban oportunidades y él vio que lo podían hacer aprovechando lo que les daba el territorio. Empezaron a cultivar el algodón, el maíz y la yuca en la goterita de sus propias casas, a montar los telares, a buscar a esas mujeres que sabían de tejido para hacer circular su sabiduría. Mercedes Silva, Cristina Cárdenas y Encarnación Cala, quienes eran la última generación que conservaba el oficio, le dieron la primera vuelta a la rueda del saber del tejido, que desde entonces no ha parado de girar, alcanzando a todas las mujeres que hicieron y hacen parte de la corporación. Su conocimiento no murió.
Después vinieron los colores, de la mano de otra investigación de Raymond sobre los métodos de tinturado de los Guane. Aprendieron a sacarle el rojo al achiote, el verde y café a la chilca, el verde al aro, y el gris a la cáscara del guayabo. Solo con la práctica lograron hacer que los colores se quedaran en las telas, y han tenido tiempo, pues después de afinar los colores siguieron creciendo hasta lo que son hoy. Habiendo empezado con la tejeduría de ponchos y ruanas, hoy tienen tres líneas, la personal, de hogar y de accesorios, y productos que combinan el algodón hilado localmente con el industrial. Hacen desde hamacas hasta cubrecamas, y lo hacen todo ellas, en los nueve telares que tienen distribuidos entre el taller urbano y rural. Con tan admirable trayectoria, será un placer conocer a las integrantes de este proyecto que mantiene viva la tradición de Charalá e involucra a setenta familias, desde el cultivo del algodón hasta la venta de sus creaciones terminadas.
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