Taller: Joyería hilos Emmanuel
Oficio: Joyería/Bisutería
Ruta: Ruta Bolívar
Ubicación: Mompox, Bolívar
Si algo tiene Eduard es que conoce los secretos de muchos de los orfebres momposinos. Porque ha trabajado con ellos desde que arrancó con este oficio a los 17 años. Remigio Jaraba, Daniel Garrido, Javier Padilla, Javier Santos y Samuel Ricaurte, entre otros, han sido sus maestros y los tiene como sus grandes mentores.
Arrancó limando soldadura, lo más básico en la maestría de la filigrana, así como adornando cositas pequeñas que es lo único que se le permite a un aprendiz. Recuerda con gracia la sorpresa que le produjo al señor Remigio verlo fresquito estirando 100 gramos de hilos de oro a punta de manivela manual. Esa falta de cansancio se debía a que desde niño estaba acostumbrado a “tirar molino”, porque su abuela hacía chicha de maíz. Con eso probó que tenía el “perrenque” que necesita este oficio de paciencia. Y podía combinar su aprendizaje con el compromiso de ser nazareno en las famosas procesiones de Semana Santa en Mompox.
Se fue dando cuenta que las cosas le quedaban bonitas y que con ellas podía enamorar. Pero el enamoramiento le llegó empacado en el rencor con el que a veces empiezan las historias de amor. Gina Elvira era la hija de su maestro, “Don Tito”, quien le tenía recelo a este jovencito hábil y que le estaba aprendiendo tanto a su papá. Pero pronto vio que allí no había mala intención sino reverencia. Con todo, Eduard se fue del taller para evitar suspicacias y como símbolo de la seriedad de sus intenciones. Y le cumplió a su intuición, al ser hoy padre de tres hijos suyos y haber nombrado su taller con el nombre del mayor.
Se ha dedicado a cultivar su arte y a aprender “truquitos para simplificar las cosas y agilizar un poquito más”, como le pasó al ponerse a moldear el tomatillo que solo había visto hacer y le dio un tan buen resultado que sorprendió a su maestro. Porque sabe que cuando se lanza al vacío, solo frena hasta que logra su objetivo. Como cuando le dijo a su mamá que le embaldosinaría el patio de la casa y, para ello, no paró hasta completar esos minúsculos 2.000 tomatillos que lo premiaron con su primer millón. Le siguió la maestría en los animalitos en filigrana.
Es un hombre resuelto y agradecido. También, uno de los más jóvenes orfebres de Mompox. Hoy, junto con su esposa abrieron su propio taller y con éste, empieza una nueva etapa.
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