Taller: Indhy Luna
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Bolívar
Ubicación: Cartagena, Bolívar
Indhyra Morales de la Rosa habla con profundo amor del lugar donde nació, el sur de Bolívar, al que se refiere como el corazón de Colombia por su cercanía con los Santanderes, Antioquia, el mar y la capital del país, también, por su abundante fauna y flora. Habla de las matas de fique que crecieron con ella en los patios de las casas de su familia, y de la naturalidad con la que sus abuelos las cortaban y convertían en hilos, así como sacaban de la tierra la yuca y la ahuyama. La familia de su madre, Justa de la Rosa Soto, descendió de los Guane santandereanos, tejedores milenarios del fique. Por eso la naturalidad con la que ella misma aprendió a hacer sus mochilas, y el respeto que heredó por la planta, además de su amor por el agua del río Magdalena, que les daba los peces a los que les tejían atarrayas y tallaban canoas. No eran uno ni dos, eran muchos, y estaban repartidos entre el municipio de Cantagallo y sus corregimientos aledaños. Recuerda a sus tíos por su educación y por el respeto con el que trataban a los demás, un principio que se le quedaría muy dentro del corazón y que le sería útil cuando su vida tomara un vuelco: el desplazamiento.
El duelo no ha sido fácil. Ha tenido que encontrar, poco a poco, las palabras para poder hablar de todo lo que pasó cuando llegaron a su territorio las guerrillas, los militares y, posteriormente, los paramilitares. La gente, los que no tenían nada que ver con el conflicto, sufrieron los efectos de esos encuentros. Su familia tuvo que salir de Cantagallo hacia el Guamo, donde los reubicaron, y donde lastimosamente los volvió a encontrar la violencia, obligándolos a volver a moverse y llegar hasta Turbaco, en donde actualmente vive Indhyra.
Llegó con poco, pero con el valiosísimo legado de su familia. Empezó a darse a conocer en la Unidad de víctimas y a enseñar lo que sabía. Al principio, se tuvo que defender con el poco hilo que tenía y lo que pudo encontrar para tejer. Las ayudas humanitarias las invertía en materiales y el tiempo se lo dedicaba a trabajar y enseñar, con la paciencia y el respeto que aprendió de niña, a todos los que se acercaron a ella para aprender. Y el trabajo duro dio sus frutos, porque con las sesenta familias que están asociadas, repartidas entre el sur de Bolívar y el norte, consiguieron una casa que les sirve de centro de operaciones en Cartagena, y un lote, por restitución de tierras, en Cachenche. Y la labor de Indhyra, su trabajo e insistencia, han sido reconocidos de manera justa: ha recibido galardones de ProColombia, el Ministerio de Medio Ambiente, el Ministerios de Turismo, Industria y Comercio, y ha sido premiada por la sostenibilidad de su proyecto. Además de la infinidad de piezas que tejen en fique, entre las que destacan las conchas y corales que le recuerdan a Indhyra su amor por el agua, se han ideado productos con recortes de cuero y residuos de algodón.
Cuando repasa todo lo que ha recorrido, inevitablemente el sentimiento de satisfacción se torna agridulce, pues Indhyra sabe cuánta falta le hace su terruño, oír el cantar de los pájaros a horas exactas y estar en contacto con la naturaleza exuberante que la crió. Por eso mantiene en firme su sueño: poder mostrarle a la gente lo que es su tierra, poder volver. Sabe que tendrá que ser paciente.
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