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Jaider García

Taller: Corporación de artesanos luthier de san jacinto
Oficio: Luthería
Ruta: Ruta Bolívar
Ubicación: San Jacinto, Bolívar


Entre gaitas y tambores, en la casa de su abuela donde oía ensayar a los Gaiteros de San Jacinto, creció Jaider García. Su abuelo, Toño García, entró en 1985 a la bien conocida agrupación, que ha existido desde 1940 y que en el 2006 ganó el Grammy Latino a mejor álbum folclórico. Para ese entonces Jaider tenía apenas un par de años, así que desde muy pequeño se empapó de sonido. Como a los quince intentó hacer una cajita para niños, su primera tambora, y se dio cuenta de que eso lo llevaba en la sangre, cómo no, si el abuelo hacía sus propias gaitas mucho antes de que se popularizara su comercialización. Ahora Jaider hace parte de una generación de fabricantes de instrumentos junto a sus hermanos Roberto y Nelson, su primo Yovani y su hijo, Geovany. Llevan la batuta de la tradición familiar, y aunque no interpretan esa música con la que crecieron, la siguiente generación ya se está encargando de hacerlo, pues dos de sus sobrinos ya empezaron a tocar en el Festival Nacional Autóctono de Gaitas de San Jacinto.

Para tocar los ritmos de la gaita son necesarios el tambor, la tambora, el llamador, las maracas y las gaitas hembra y macho. Jaider y su familia no solo fabrican con maestría cada uno de esos instrumentos, sino que se le miden a hacer yembes, dununes, batás y tamboras dominicanas. Ya tienen perfectamente calculado el material que necesitan para cada uno, cuánto cáñamo para el trenzado de un tambor, cuánta madera, cuántas semillas de chuira recogidas de las matas de su patio para las maracas de totumo. Llegar ahí ha sido todo un proceso de tecnificación y entrega al oficio, un reto en el que tuvieron que pasar de medir las circunferencias de los tambores con lo que hubiera a la mano, la tapa de una olla por ejemplo, a sacarles la medida exacta. Parte de su orgullo está en que su tradición por poco se pierde, y en haberla logrado revivir con la ayuda de una iniciativa del gobierno por los luthiers de Colombia en 2016. Resulta que San Jacinto no fue ajeno al paso de la guerra por Bolívar, ni al desplazamiento. Un efecto del conflicto fue que después de que la gente dejara sus casas en estas prósperas tierras, donde la mayoría de los padres se dedicaban a la agricultura, llegaron quienes empezaron a arrasar indiscriminadamente con todo lo que había, incluyendo la madera. Así que cuando la gente regresó a su lugar y reclamó su espacio, el entorno ya no era el mismo. Se encontraron con la escasez del material y la diseminación de sus tradiciones, que afortunadamente volvieron a abrazar y portar. Lo positivo, como dice Jaider, es haberse reinventado

Con tantos años de tradición a cuestas, han visto los cambios que han sobrevenido a sus instrumentos. En el caso de las gaitas, que vienen de a dos, la hembra para los agudos y la macho para los bajos, han visto cómo el cáctus cardón usado para el cuerpo está siendo reemplazada por tubos de PVC de una pulgada, o por madera, y la pluma de pato por la que el intérprete sopla, por las tapas de las agujas quirúrgicas. Lo que no ha cambiado, y difícilmente lo hará, el la cera de abejas mezclada con carbón con la que se hace la cabeza de cada gaita y que atrae a las abejitas que, cuando se deja desatendida, aprovechan para hacer su casa dentro de este instrumento que les huele a hogar.

Artesanos de la ruta

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