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Martín Arévalo

Taller: Fábrica de instrumentos de cuerda Guitarras La Clásica JMD SAS
Oficio: Luthería
Ruta: Ruta Santander
Ubicación: Bucaramanga, Santander


El secreto de una buena guitarra está en saber conjugar las maderas para dar con el sonido adecuado. Eso ha aprendido Martín Arévalo en los más de veinte años que lleva en el oficio, y eso mismo enseña a todo el que se siente a hablar de guitarras con él. No solo se ha enfocado en hacerse una empresa que las distribuye a todo el país, sino que se ha interesado por difundir su conocimiento, en sensibilizar a los jóvenes mostrándoles el paso a paso del oficio para que cuiden de los instrumentos, y para que se enamoren, así como él, que encontró la armonía en la fabricación de guitarras y ya no soltó esa actividad. No sintió ganas de inventarse ninguna otra labor.

Todo empezó cuando trabajó como proveedor de pinturas y pegantes para los entonces luthiers de Bucaramanga. Al entrar en contacto con ese mundo vio que había una idea generalizada de que a las artesanías santandereanas les faltaba calidad. Entonces decidió hacer algo para cambiarlo. Se cobijó bajo el ala de Humberto Borges, el profesor de música de la Universidad Industrial de Santander que se convirtió en su maestro. Él le dio la bienvenida a la historia milenaria de los instrumentos de cuerda pulsada, y a los cambios de forma, sonido y materiales que han moldeado esa historia. A Humberto le aprendió a hacer instrumentos simétricos, con la técnica y las medidas necesarias para el buen sonido. Luego se enteraría Martín de que uno de sus tíos paternos había sido un luthier que hacía todo a mano, con serrucho, cuchillo y formones. Al conocer su propia historia se dio cuenta de que no se había cruzado con las guitarras por accidente.

Hoy el nombre de Guitarras La Clásica resuena por todo el país, en especial por la calidad de sus instrumentos para estudiantes. Quien se cruza con uno de ellos no lo olvida, y en algunos casos, busca a Martín para que le fabrique una guitarra personalizada y exclusiva, como la que le hizo a Andrea Echeverri con la boca en forma de corazón. Es un enamorado de las maderas colombianas, el cedro cafetero, el ciprés, la caoba y, su favorito, el rojísimo cedro amargo.

Y no hay que dejar atrás la parte social de su éxito. Con la meta de lograr asociarse con el Sena para formar luthiers en un futuro cercano, ya han dado unos primeros pasos para construir ese sueño. A todas las charlas a las que lo inviten, asiste, y cuando puede dona guitarras a los centros donde se formarán los futuros músicos, sabiendo que una sola persona que se enamore de la música con sus guitarras será una ganancia. Por eso, con el mismo espíritu con el que entró al oficio queriendo enaltecer su tierra, lo que más lo satisface es donar los requintos, tiples y bandolas tan típicos de Boyacá y Santander. Como dice, ayuda a los bandoleros, pero no dándoles un rifle sino una bandola.

Artesanos de la ruta

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