Taller: Taller Artesanal Punto y Arte
Oficio: Alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Tolima
Ubicación: La Chamba, Tolima
Rosa y Miguel crecieron entre el barro y el barro los juntó. Sus familias eran artesanas y derivaban su sustento de la venta de los productos que elaboraban. De hecho, la mamá de Rosa, doña Ninfa Salazar, es una de las mejores brilladoras de La Chamba, es decir que frota con habilidad y paciencia las ollas negras características de este municipio tolimense, para darles el acabado que las ha hecho famosas. Todos, desde niños trabajaban en casa, tanto en las de nuestros protagonistas, como en tantas otras familias; era lo que había que hacer para salir de la pobreza.
Hasta que llegó el tiempo de casarse y Miguel y Rosa empezaron su vida en común. No era fácil arrancar una familia trabajándoles a otros, que era lo que todos hacían, pero Rosa, agotada de hacer tanto y recibir tan poco, un día le dijo a su marido que deberían lanzarse a la independencia. Le anunció, con esa firmeza que tienen tantas mujeres en sus casas en Colombia, que iban a cambiar un poco su forma de vida “porque venimos en las mismas, trabaje y trabaje, y no vemos nada… no veíamos nada de resultados y con los chicos, tengo 5 hijos y pues usted se imagina, nos tocaba un poquito duro”.
Al comienzo, como ella misma lo reconoce, fue duro, trabajar por cuenta propia nunca es fácil, sin embargo la calidad con la que elaboraban sus piezas en barro era tan buena que se regó el voz a voz y la gente los buscaba y les empezó a comprar directamente. Fueron buenos años, aunque era difícil competir entre tantos artesanos que también estaban mejorando sus procesos, así que sintió que se estaban estancando. Hasta que llegó el año de 2016 cuando Artesanías de Colombia, viendo justamente esto, mandó un equipo de diseñadores para ver de qué manera se podía innovar un poco la alfarería de La Chamba para abrir mercados.
Fue allí que Rosa y Miguel aprendieron de puntillismo. En un trabajo conjunto de alfareros y diseñadores, se ingeniaron la manera de introducirles elementos estéticos a las tradicionales ollitas de barro. No era una tarea fácil, pues al ser elementos funcionales de la cocina, el diseño debía contemplar variables en donde ningún grabado hecho sobre el barro afectara las condiciones de higiene de los contenedores. Asimismo, que al hacer puntillismo, las perforaciones no hicieran que se vaciara el contenido. Eran problemas que suenan sencillos, pero que al meterse con una artesanía que nunca había recibido ningún tipo de modificación eran toda una apuesta. Y funcionaron al punto de que hoy hacen un producto tan diferencial que se ha valorizado.
Rosa celebra haberlo hecho, le encanta lo que hacen y disfrutan innovando los diseños para cada nueva feria. Esto los ha llevado a seguir probando con otras técnicas, como el lavado y el peinado, pruebas de su recursividad e ingenio, pues lavan la cerámica con espuma, o la peinan con cepillos grandes y delgados, y de cerdas metálicas, para obtener nuevas texturas que invitan a seguir coleccionando piezas de La Chamba. Ella, por su parte, seguirá explorando, porque no se cansa en ver las mil posibilidades de su barro.
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