Taller: Mujeres Artesanas Kutsiba
Oficio: Cestería y tejeduría
Ruta: Ruta Guainía
Ubicación: Inírida, Guainía
Mover a una comunidad. Eso es lo que hace y ha hecho Silvia Garrido desde hace años. Su papel de lideresa la enorgullece y sabe que ha logrado entusiasmar a las mujeres y jóvenes de su pueblo curripako con el profundo sentido de pertenencia a su cultura. Lo de cargar la batuta lo lleva, sin embargo, en la sangre. Cuenta que fue su papá quien la inició en este camino. Don Emilio Mario Garrido, casi por cumplir los 80, fue fundador de la comunidad de El Guamal, que es donde se asentó parte de esta etnia, hace 25 años. Fue capitán indígena de su pueblo y le legó su cadena de valores a su familia; una tía, un primo, un hijo, un nieto y ella han ejercido papeles de conducción dentro de la comunidad. A ella le tocó su turno de 2018 a 2022.
Silvia habla con fiereza y claridad. La prepararon muy bien y se siente como pez en el agua cuando de hablar sobre sí misma y su mundo se trata. Le gusta participar en eventos en donde debe hablar en voz alta y defender alguna idea. Le gusta mencionar que, además, se formó con un grupo de voces empoderadas que se hacen llamar como Mujeres Cuidadoras de la Amazonía Colombiana, y que, gracias a sus ideas claras, vieron la necesidad de reforestar su selva con la materia prima del moriche que usan para la tejeduría en fibra de chiquichiqui. Y lo hicieron. Sembraron cuatro hectáreas y con ésta trabajan la bisutería étnica con la que se han vuelto famosas.
Estas mujeres son independientes, cómo dudarlo, así que buscaron la manera de hacerse a un dinero con el cual comprarse sus cosas y tener algo de holgura adicional en sus hogares. Silvia cuenta que aunque viven rodeadas de piezas tejidas con las cuales producen sus alimentos –el budare, el sebucán, el catumare, el cernidor y el rallador con los cuales procesar el mañoco y el casabe–, éstas han sido tradicionalmente elaboradas por hombres; entonces ellas han visto la oportunidad de ingresar en ese mundo de lo artesanal, pero haciendo objetos ornamentales, canastos y bandejas, pero, especialmente, joyas o bisutería, aretes bellos en palma de moriche y rellenados por el chiquichiqui que les da volumen.
Ha sido todo un proceso y muchos cursos de perfeccionamiento no solo de las técnicas de tejeduría, sino de moda y diseño que les han dado un vuelo impresionante. Su taller se llama Kushiba como el pájaro tejedor que solo se encuentra en las palmas de moriche. Sus productos participan en pasarelas y son ovacionados por la elegante belleza que los define. Silvia siente que han hecho un trabajo serio y dedicado y que, como una buena cosecha, está dando sus frutos. Son Mujeres Kushiba.
Y si de siembra estamos hablando, cómo no mencionar el gusto de Silvia por la cocina. Se sabe una digna representante de la cocina de su pueblo y dice que hace un Ajicero para chuparse los dedos y sacar fuego por la boca, pues se trata de un poderoso caldo de pescado con toneladas de ají, que alivia todo todito todo. Pero también habla del pescado moqueado, o ahumado y trenzado en hojas, que se hace a la parrilla y huele increíble. Y de las frutas silvestres del Guainía, del seje, una especie de dátil del tamaño de una canica, pariente del chontaduro y super alimenticio, o de la uva caimarona, cuya piel gruesísima es distinta a la de un racimo normal, y del moriche, el arazá, el cacay, el caupí, el cumarí, el lulo amazónico, la piña y la nuez del Brasil. Un lujo esa exuberancia, más aún, que la valoren y cuiden, como lo hacen. La artesanía, como el cuidado de la casa preservando las tradiciones, es su misión y es su mayor gusto, uno que, además, está plagado de belleza.
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