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Solángel Briñez y Ulises Quintero

Taller: Asopalguamo
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Tolima
Ubicación: El Guamo, Tolima


Aunque Solangel nació en Bogotá, sus raíces tolimenses la regresaron a su tierra. Su papá es oriundo de allí y su mamá es de Purificación, también conocida como La villa de las palmas, y tejía sombreros cuando joven. Sin embargo, la decisión de volver a El Guamo, la tierra de su familia, fue porque conoció a Ulises Quintero, con quien terminó casándose y emprendiendo el negocio familiar de tejeduría en palma real a la que le ha dedicado la vida. Se enamoró de él en las fiestas de San Juan, para luego hacerlo de sus manos, esas que desbarataban todo aquello que le gustaba y que quería aprender a hacer desde cero. También lo hizo de su ingenio infinito, y de su curiosidad. Ulises venía de la tradición tejedora de su propia casa, de nacer y crecer “como Niño Dios entre las pajas”, como dice riéndose y de seguirle los pasos a su mamá, doña Aurora Flórez, la que todo le enseñó y a quien le debe lo que es hoy. Junto a ella trabajan los tres en su taller artesanal.

Habla de su esposo con cariño y admiración. Recuerda que, muy al comienzo de su noviazgo, lo veía tejer con facilidad y le pidió que le enseñara a hacerlo. Así fue como se inició casi a sus veinte, momento en el cual volvieron a su memoria sus recuerdos de las manualidades de la escuela, esas que se le facilitaban y que hicieron que le cogiera el tiro velozmente a la hechura de los tradicionales sombreros tolimenses. De su mano, y de las de su suegra, aprendió los secretos del oficio y del tinturado de la fibra. Y los más de 27 tipos de tejido que se practican en estas tierras.

Cuenta cómo hace casi treinta años, con una necesidad de obtener más recursos y sabiendo que dominaban el arte de la tejeduría, se lanzaron a hacer productos para vender en Navidad, campanas, angelitos, guirnaldas y un mundo de cosas más. Era algo enteramente novedoso, pues nadie hacía con la palma nada distinto al sombrero, por lo cual les fue muy bien y empezaron a tener un reconocimiento. Coincidió, además, con los laboratorios y talleres que Artesanías de Colombia, el Sena y Coruniversitaria empezaron a hacer en El Guamo con propuestas de diversificación del producto para darle mayores alcances al sector artesanal. Allí, el conocimiento de Sol y Ulises resaltó. Pasaron con facilidad la prueba en la que se verificaba que no se destiñera la fibra al sumergirla en agua. Doña Aurora les había enseñado a tinturar siguiendo el truco de lavar la palma con jabón y por años llevaban haciendo pruebas de ensayo y error para detectar qué pigmentos se fijaban de una mejor manera.

Y es que para Sol Ángel los colores han sido todo un viaje. No solo porque, a pesar de saber mucho, ella y su familia, se dejaron enseñar nuevos secretos del oficio de otras regiones y tradiciones del país, como los de las maestras tejedoras de Usiacurí y de los maestros de Tuchín en Córdoba, y allí descubrieron cómo se tinturaba la iraca en el Atlántico y la cañaflecha con hojas y barro. También, por su cuenta, buscaron color en el achiote, el árbol de dinde o la raíz de batatilla, tan amarilla como una de cúrcuma, y hasta probaron con óxido y con la pepa de aguacate que ella describe como capaz de producir un precioso color palo de rosa. Muchos experimentos sirvieron, y otros no, pero eso no la amilana en su espíritu explorador. Porque sigue el precepto en el que se afirma que “todo lo que es mancha sirve”. Así ha vivido su vida, siempre con el corazón y los ojos abiertos, listos a aprender algo nuevo.

Por todo esto, se siente feliz de haber impulsado, hace más de 12 años, la creación de la Asociación de Artesanos de la Palma Real del Municipio del Guamo, Asopalguamo, conformada por 25 familias, la mayor parte de ellas, de madres cabezas de familia. De nuevo, el único hombre que las acompaña es Ulises, como si su destino hubiera sido tejer vida.




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