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Denis Onorio Mecha Banubi

Taller: Hermanos Mecha
Oficio: Trabajo en madera
Ruta: Ruta Chocó
Ubicación: Bahía Solano, Chocó


Denis honra su origen embera cultivando la lengua que le dio la vida. Sabe que esa es su forma de la resistencia y la manera como promueven las comunidades indígenas del país su supervivencia. Cuenta que sus padres se asentaron en Bahía Solano en 1981, luego de deambular como nómadas por años; su madre nació en el Alto del Río Bojayá y su padre en el Alto Baudó. De éste aprendió el arte de la talla en madera, de la misma manera que las mujeres aprenden el de la cestería y bisutería en chaquira; en estas comunidades la división del trabajo se conserva aún de esta forma.

Recuerda que a los 12 le enseñaron a tallar bastones de mando. Ni más ni menos que para los médicos tradicionales o jaibanás. Ellos le conferían poderes espirituales al tronco de oquendo que les tallaban delicadamente los artesanos, entre ellos su papá y, por herencia, él. En este punto nos cuenta que su padre fue fundador de su comunidad indígena y que ésta se llama Duma que, en su dialecto embera, significa sabiduría ancestral. Justamente la que se le imprime al bastón.

De la mano de estos sabedores fue aprendiéndolo todo. Por ejemplo, aprendió a tallarles animales a los bastones: águilas o serpientes. Cada una de estas representaciones cumple una función dentro de su mundo; es la encarnación de su espíritu y los jaibanás lo usan para poder curar. De esta forma, para la mordedura de una serpiente venenosa a la que hay que buscarle la cura se utiliza el bastón que contrarreste su veneno. O, se usa al gavilán que es un depredador de culebras; el jaibaná lo invoca a través del bastón y llama a su espíritu para que mate a la serpiente. Todo en este universo tiene sentido. Quizá por eso en el trabajo que hace hoy se dedica tanto a la talla de animales, porque les conoce sus magníficas cualidades.

Por supuesto, tal nivel de belleza en el relato y la forma, en un escenario tan paradisiaco como Bahía Solano, ha atraído a los turistas que les piden bastones para llevar a sus casas. Estos artesanos los complacen, pero para no ofender a sus autoridades ni deshonrar sus costumbres los tallan en otras maderas, como la del guayacán, y no los revisten de la espiritualidad que define al bastón mismo. Además, porque para que sirvan como objeto curativo, deben ser manipulados por el mismo jaibaná. Y es que es tan poderosa esta misión que cuando los médicos tradicionales no tienen heredero a quien entregarle su bastón para que continué con la tarea, se entierran con él. Denis cuenta que es tan durable el oquendo de los bastones, que han encontrado en las tumbas de los jaibanás, piezas en perfecto estado de casi un siglo de historia.

Y hablando de esta madera venerada, este artesano asegura que no ha visto un árbol parado de esta naturaleza y que, en casi medio siglo de realizar el trabajo de tallador, siempre ha trabajado con palos caídos. Le reviste al árbol un carácter sagrado y casi de misterio oculto en las selvas chocoanas. Sin embargo, lamenta que otros ojos sí que lo han encontrado: los de los depredadores que lo han llevado al borde de la extinción.

Frente a esto, se ha dedicado a trabajar con otras maderas, en menor riesgo, como el choibá y las palmas barrigona, tagua y zancona, varias de las cuales fueron utilizadas por sus ancestros para la construcción de vivienda por su dureza. Destaca las semillas de la tagua, que se conocen como el marfil vegetal y la belleza de la zancona que describe como una “chonta negra de rayitas”, con la cual está haciendo bandejas, canoas, cucharones y collares. También, al saber que ha ido perdiendo, poco a poco, la vista, hoy se ha dedicado a hacer piezas voluminosas, como delfines, ballenas, tiburones o reptiles. Su tarea, además, es formar a sus herederos porque sabe que este conocimiento viene en la sangre y hay que preservarlo por encima de todo.

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