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Gilberto Jave Tejada

Taller: Águila descalza
Oficio: Trabajo en madera
Ruta: Ruta Chocó
Ubicación: Bahía Solano, Chocó


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  Barrio La inmaculada, playa el respingue, el Águila Descalza, Bahía Solano, Chocó
  3218863491
  gilbertojave11@gmail.com

Gilberto habla de Bahía Solano con el corazón en la mano. Nació entre esas aguas bellas del océano Pacífico y nada en el mundo le cambiaría su lugar preferido sobre la tierra. Lo describe como el más hermoso contraste entre la selva y el mar. Cuenta que amanecer con el sonido del mar y los pájaros que cantan su despertar se le vuelve nostalgia y anhelo apenas tiene que salir de su hogar; no aguanta más que unos días fuera de casa. Allí ha criado a sus seis hijos y es allí donde aprendió, de la mano de sus padres, lo que sabe hacer. De doña Ana Julia, el tejido de canastos, y de don Vicente, la talla en madera, a la que se dedica.

Aunque le ayudó a su mamá hasta sus veinticinco a tejer en palma de jingurú, esta fibra que se parece a la iraca y que fue nombrada de esta forma por los embera, se dejó vencer por el prejuicio de que son solo las mujeres las que tejen. Aunque les hacía el bordado final a los canastos o el inicio sobre el que Ana Julia los continuaba, terminó yéndose por el oficio que le vio hacer a su papá. Éste construía pilones, o botes para ir a pescar, labor que también le aprendió. Se encantaba mirando cómo es que los hombres ahuecaban esos troncos gigantes de sangre de gallina o de sande y los ponían a flotar. Lamentablemente, se le murió su papá y se quedó sin maestro. Pero apareció una nueva figura que lo guiaría.

Heriberto le enseñó a hacer las colas de ballena con las que se ha dado a conocer en las playas de Bahía Solano. Además, aprendió a hacer bandejas y bisutería. De su mano descubrió las maderas de su región, el precioso oquendo de vetas rojas, así como el mare, el níspero y el choibá. Las había visto desde siempre, pero con su enseñanza supo distinguirlas y ver su consistencia, su dureza. Entendió que, aunque, más sencillas de trabajar, las maderas blandas se pueden rajar más fácilmente cuando cambian de atmósfera y de un clima caliente y húmedo como el de su tierra, a uno con una temperatura fría o más seca.

Por cuenta de su trabajo, uno que hace con la conciencia ambiental de saber que su oficio trata con materia viva y finita, es muy selectivo con las fuentes de dónde provienen las maderas que usa y sufre con la talla indiscriminada e ilegal. Es así cómo ha visto, a través de los años, una disminución considerable del oquendo y cuenta que, aunque se unieron varios artesanos para intentar resembrar su semilla y, de esta forma, reforestar, no lograron ningún apoyo para hacerlo. Sin embargo, no se quedaron de manos cruzadas y sembraron níspero, choibá y guayacán amarillo, que es con lo que trabaja hoy en día.

Además, su cuidado por el medio ambiente tiene otra misión: liberar a las tortugas que ponen sus huevos en las playas del Valle, corregimiento de Bahía Solano donde vive, y que nacen y esperan llegar al mar para empezar a crecer y hacer sus vidas. Es una tarea que hace desde hace tiempo y que ocurre en el segundo semestre del año, un espectáculo magnífico de la naturaleza en donde es veedor para que no haya personas inescrupulosas que perturben este ciclo.

Hoy se dedica a la talla de animales marinos, las colas de ballenas y los delfines, principalmente. Además, ha perfeccionado la elaboración de sus contenedores, como ensaladeras y bandejas. Siempre con el objetivo de exponer la hermosura natural de la madera, una que honra hasta el final.

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