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Dora Bernarda Bonilla Ipia

Workshop: Bimbral
Craft: Cestería
Trail: Antioquia Route
Location: Medellín, Antioquia


Si conoces a un artesano del mimbre en San Agustín, Huila, lo más probable es que sea familiar de José Alfonso Cerón, ese heredero del conocimiento de su familia de artesanos del que se enamoró Dora Bonilla hace más de veinte años y con quien, juntos, formaron Bimbral. Se conocieron en Popayán, Cauca, la ciudad natal de ella, a donde él se había ido a vivir para trabajar en un taller de mimbre. Él venía del Huila, donde desde niño había aprendido a trabajar con la iraca y el mimbre, convirtiéndose en un maestro del trabajo pulido. Ella se había ganado una beca para estudiar la carrera que quisiera por su desempeño en el colegio y, sin ponerle atención a la oposición de su familia, había elegido estudiar Artes Plásticas porque era la carrera que más se parecía a lo que siempre le había gustado hacer: trabajar con las manos. Tras conocerse, Dora le vio a José Alfonso esa generosidad con la que enseña, sin exigencias ni regaños y en cambio transmitiendo todos los trucos del oficio a sus aprendices, esa generosidad que describe como una forma linda de enseñar y de la que ella misma fue alumna. Y se enamoró no sólo de él sino del mimbre. Desde entonces, no han parado de trabajar.

Lo primero que Dora aprendió a hacer fueron los canastos de combate, esas piezas fáciles de las que muy pronto se aburrió. Su formación como artista plástica la hizo curiosa. Por suerte supo cómo integrar su lado artístico con el artesanal. Empezó a investigar nuevos tejidos y apliques para darle a las canastas un valor agregado. Luego experimentó con otros materiales, por ejemplo, el cuero, el crochet y la pintura integrados al mimbre. Con la práctica se daría cuenta de que, como a ella, a sus clientes tampoco les gustaría ver siempre lo mismo. También aprenderían a trabajar con los tiempos de la naturaleza, a amigarse con otras fibras como la calceta de plátano de Apartadó, el bejuco delgadito del Huila y el bejuco yaré del Putumayo para darle tiempo a la cosecha de mimbre.

Esta familia de orígenes diversos encontró su lugar en Medellín, en donde por muchos años trabajaron surtiendo a empresas sus productos en mimbre, hasta que llegó la pandemia, ese momento que a tantos artesanos les hizo tomar nuevos rumbos. Ellos decidieron empezar a ofrecer sus creaciones propias, a moverse por redes y entre quienes podían referir su trabajo. Fue tal la demanda que les tocó hacerse un equipo grande. El negocio familiar pasó a involucrar a la familia extendida, así entrenaron a sus parientes y repartieron el trabajo entre Medellín, Bogotá, el Huila y el Cauca para suplir desde el mobiliario hasta los aretes que hacen parte de su bonito catálogo.

La prueba de lo bien que les ha ido en estos más de veinte años de trabajo es que han podido mantener a su numerosa familia a punta de mimbre. Tuvieron ocho hijos, de los que sobreviven seis. Todos menos el menor, que nació apenas en 2024, son herederos del saber de sus padres. Y aunque los dos mayores, de 20 y 18 años, ahora vivan en el seminario a donde se fueron a estudiar, su madre sabe que de alguna forma les será útil en su vida religiosa todo lo que aprendieron en el hogar.

Artisans along the way

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