Taller: Innovación artesanal
Oficio: Trabajo en tela
Ruta: Ruta Atlántico
Ubicación: Barranquilla, Atlántico
El mundo infantil de Hilda Romero estuvo lleno de telas. El sedoso satín, dracón, pallé con lentejuelas y malin escarchado componían su reino brillante y llamativo. Aprendió desde muy temprano a cortar la tela y a combinar sus colores, ayudando y viendo el ejemplo de su madre, Adelaida Gómez, por quien la casa rebosaba de materiales para confeccionar las tradicionales máscaras del Carnaval de Barranquilla, no en madera ni en papel maché, sino en tela.
Para contar la historia de Hilda, hay que empezar por la historia que la precede, las de los inicios de su madre en el mundo de las artesanías. Vivían en el barrio la Paz, donde había un hogar geriátrico y una clínica dirigida por unos holandeses conocidos como Los Camilos. El padre de Hilda no estaba trabajando por un problema de la vista, y su madre empezó a tomar los cursos que dictaban en la clínica de Los Camilos para mujeres cabeza de familia. Adelaida se convirtió en la líder de una cooperativa formada con sus compañeras y, con el tiempo y las bajas de varias, se hizo cargo del taller. Entonces empezó a ir a ferias con un grupo pequeño. Tal dedicación le valió el reconocimiento como maestra artesana por parte de Artesanías del Atlántico, dedicación que le heredó a su hija Hilda.
Si bien Adelaida empezó por traducir las formas de las tradicionales máscaras del carnaval al lenguaje de la tela, su mundo creativo se expandió rápidamente. Llegó al taller la tela pallé, cubierta de lentejuelas, ante la necesidad de hacer piezas brillantes que reflejaran las luces de los eventos de noche como la Guacherna del Carnaval. Para su sorpresa, las máscaras con lentejuelas fueron un éxito no solo en la noche, sino entre quienes querían lucirlas de día. Luego se pusieron a hacer tocados con sus plumas, flores cosidas y la tela malin, un delicado velo escarchado. Y como si fuera poco, se aliaron con Artesanías de Colombia para sacar nuevos diseños e incursionaron en los bolsos, cojines, móviles, antifaces, muñequitos rellenos de algodón y aretes en tela, todo un mundo cosido que gira en torno al Carnaval. Así, la marimonda no solo tuvo su máscara sino su bolso, aretes y tocado.
En todo este camino de aprendizaje e innovación, Hilda estuvo siempre junto a su madre. Y de tanto ayudarle, se convirtió en la heredera de su habilidad con la máquina de coser y las telas. Aunque estudió administración de empresas, en cuanto vio que podía sostenerse con las artesanías y empezó a recibir talleres de diseño, se decidió por seguir el legado de su madre. De eso, hace 30 años. Hoy en día es la líder del grupo, del que hacen parte mujeres a las que ellas mismas han capacitado y con quienes cuentan cuando les llegan grandes pedidos. Y si para Hilda fue una ventaja el oficio de su madre, pues en todos los eventos del colegio lideraban los vestuarios y confeccionaban prendas y tocados en su propio taller, el oficio de Hilda se convirtió también en una ventaja para sus dos hijas, a las que nunca les faltaron buenos disfraces y de quienes la mayor, que es docente en danza, se beneficia pues tiene asegurados sus vestuarios, de la mejor calidad y a la medida.
Si Hilda decidió continuar con las máscaras de su madre fue porque ama su trabajo, y porque este le permitió educar a sus hijas sin tener que cumplir con horarios fuera de su casa. Cuando mira hacia atrás se da cuenta de que el fuerte del taller familiar, Innovación artesanal, como su nombre lo dice, ha sido su capacidad para pensar nuevos diseños y ofrecerles a todos los amantes del Carnaval, siempre, una nueva opción, algo que solo se logra con la constancia.
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