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Iván Botía Veloza

Taller: Taller Iván Botia
Oficio: Alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Ráquira
Ubicación: Ráquira, Boyacá


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  Vereda candelaria occidente, Ráquira, Boyacá
  3006686419
  ivanavib@gmail.com

Tiene un lejano recuerdo de niño cuando tallaba, como si fuera un juego, madera y piedra en su natal Fusagasugá. Le gustaba hacerlo, aunque lo considerara una tarea complicada, sobre todo luego de haber descubierto la suavidad de la arcilla, materia prima que lo sedujo apenas la conoció. Y eso pasó cuando regresó con su familia a Ráquira, la tierra de los Veloza, referencia obligada de la carranga de don Jorge, y de quien es familiar su mamá.

Iván se encarretó con el barro y empezó a hacer diseños y modelos con los que se dio cuenta de que no solo era bueno y le gustaba hacerlos, sino que la gente le empezaba a encargar aquello que producía. Eso lo llevó a que se empapara, ya más en serio, del arte del torno y la moldura, así como a aprender a hacer diseños en yeso para ir perfeccionando la manualidad de su trabajo en arcilla.

De eso ya van 22 años dedicado al oficio. Uno que ha ido conduciendo dentro de lo que él define como cerámica contemporánea, con diseños modernos de objetos utilitarios que buscan salirse de esa línea tradicional del barro naranja con el que se reconoce a este pueblo alfarero.

Porque lo suyo se ha ido enmarcando en la técnica del rollo, una de origen japonés que trabaja con temperaturas mucho más elevadas que las que usualmente se usan en Ráquira, y que busca la oxidación del material dándole una textura ahumada al esmalte que le aplica. Aprendió de la mano de un japonés que pisó tierra raquireña a mediados de la década pasada, al que solo le siguieron la caña unos pocos alfareros, entre ellos Iván, disciplinados hasta la médula, pacientes y empeñados en el oficio de la espera y la sorpresa que puede generar esa reducción de oxígeno sobre la arcilla, esa “contaminación del esmalte” que produce increíbles colores tierra.

Es un maestro de la química y habla con propiedad de cómo combina esas arcillas de “venas de colores” con el sílice, caolín, carbonato de calcio, alcalinos, zinc, magnesio, manganeso, cobre, bronce, hierro y cobalto, por solo mencionar algunos de los elementos con los que experimenta y que combina luego con pigmentos de distintos tonos para sacar alguno de los recipientes que elabora y que vuelan cada vez que los expone en ferias.

Le gusta decir que sus artesanías tienen ese halo japonés que redunda en elegancia y delicadeza y que no cambiaría la plasticidad de la arcilla por nada del mundo. Encontró su medio y allí se quedará.

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