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Ivonne Gómez

Taller: Caribe ancestral
Oficio: Trabajo en no maderables
Ruta: Ruta Atlántico
Ubicación: Barranquilla, Atlántico


Entre las cosas que más disfruta Ivonn Gómez está hablar con las personas que conoce en las ferias a las que asiste y preguntarles por el nombre del totumo en sus países. Taparro, tecomate, calabazo, morro y jícara son algunos de los nombres que ha coleccionado entre quienes reconocen ese material versátil como parte del menaje de sus casas de infancia. Con esa misma curiosidad, investiga sobre las bondades del totumo más allá de las artesanías: la pulpa con que se alimenta al ganado y las gallinas, y que sirve para hacer azúcar y etanol, las raíces y hojas de las que se extraen medicinas para lo males estomacales y la tos, y las semillas con las que se hace jugo. Sabe que como el mango y sus variedades, el mango hilaza, número 11, manzanita, filipino y de chancleta, el totumo es una especie igual de diversa. Lo hay de muchas formas: redondo, ovalado, pequeño, alargado y con forma de poporo. Y tiene otra bondad: su árbol frondoso y longevo no levanta el piso, como sí lo hacen los palos de mango.

Ivonn conoció el totumo gracias a un curso de la Casa Distrital de Barranquilla, a donde asistían sus dos hijas para aprender a tocar la guitarra y el piano. Ella, que le había heredado a su madre, Judith María de Gómez, el gusto por el trabajo manual siendo su ayudante de repostería, haciendo las flores y pintando las figuritas de sus tortas de matrimonio, vio en el totumo un arte tan longevo como su árbol. A diferencia de otras técnicas como la floristería, la marquetería, o el alambrismo, el totumo se le presentó como un arte que no pasaría de moda pues su raíces eran más profundas y su uso atravesaba generaciones. Y con el mismo espíritu comunal con el que le fue transmitida la técnica en la Casa Distrital, Ivonn siguió ejerciendo el oficio. Cuando se le presentó la oportunidad de aprender bisutería en totumo en Tubará, no dudó en buscar la manera de llevarse con ella a once de sus compañeras. Lo mismo pasó con el curso que coordinó con Artesanías del Atlántico para profundizar en el uso del totumo de la mano del Maestro cordobés Juan Urán, para el que logró reunir a 25 personas.

Hoy en día, el grupo Caribe Ancestral tiene dieciséis integrantes: Stella, Irene, Daneyda y su hijo Sebastián, Luz Amelia, Linda, Marta, Mónica, Jeimy, Lorena, Oleary, Leonardo, Lourde, Tatiana y Edufo, quien es experto en ennegrecer el totumo dejándolo sumergido en agua. Muchas de ellas enseñan, y la misma Ivonn recibe a quienes quieren aprender en su casa. Ahora sabe que el trabajo se les nota en las manos a las artesanas, en su piel manchada por la tinta que suelta el totumo y en sus dedos heridos por la talla de recipientes y de las joyas que sus hijas lucían a escondidas, para recibir los halagos de sus amigas. Con esas mismas manos, Ivonn les enseña a los jóvenes que no reconocen el material ni su historia, y les muestra sus piezas como evidencia de las bondades de esta planta a quienes consideran su fruto un desperdicio o un estorbo, del que suelen deshacerse en el campo por su abundancia.

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

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