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Jesús Orellano

Taller: Innovarte Caribe
Oficio: Trabajos en madera
Ruta: Ruta Atlántico
Ubicación: Barranquilla, Atlántico


En la comparsa del Congo Grande de Galapa, la más antigua del municipio, se conocieron los padres de Jesús Orellano. Bailando al ritmo de los tambores y los versos, dando saltos en alegres rondas carnavaleras, se enamoraron. Al poco tiempo empezaron a convivir, formaron una familia, y siguieron bailando, año tras año, en la misma comparsa que los había unido, ahora acompañados por sus hijos vestidos de Congo: el pantalón negro, la camisa de lentejuelas, la capa, el turbante y el machete en mano. Con el tiempo, el padre cambió el baile por el canto; empezó a componer versos que hablaban del tema tradicional del Congo, la vida campesina, el trabajo, los arroyos, y la vida y la muerte.

Un año de carnaval, su padre conoció a Francisco Padilla, dueño del taller de máscaras El Tigre. Padilla había sido uno de los primeros artesanos en salir a ferias con sus tallas y fue quien inició la escuela de aprendices a la que Jesús entró a los catorce años. Salía del colegio al mediodía y cogía para el taller del señor Padilla. Allí conoció la madera, la talla y el lijado, y descubrió que se le facilitaba el trabajo con el machete, el cuchillo, las gubias y los buriles. Esa facilidad se debía a su herencia campesina, a la sabiduría en el uso de herramientas como el machete, la pala y el azadón. Entonces Jesús decidió tomar ese camino y abrir su propio taller en el 90, teniendo siempre presente que el artesano depende de sus habilidades con la herramientas, como lo dicta la tradición de la talla de máscaras a mano de Galapa.

Y si el amor de sus padres había nacido en carnavales, su propio matrimonio también giraría en torno al Carnaval. Junto con Evelin Meriño, su esposa, se especializaron en la talla de los personajes y animales del carnaval, además de la talla de aves. Cuenta Evelin que hace muchos años cada persona se inventaba su máscara, la hacía de papel maché o de madera, y que las danzas empezaban en las familias, a las que se iban sumando vecinos, primos y amigos. Con el tiempo, ciertas danzas y sus máscaras se mantuvieron en el tiempo, y esas son las que conocemos hoy en día como las más tradicionales, surgidas de las vidas de los campesinos y su día a día, así como de los animales que los rodeaban. Por eso existen las máscaras en madera del torito, jaguar, chivo, burro y, en un giro de actualidad, la de la cebra, que se empezó a usar en la danza de la Selva Africana de Galapa. Y por eso mismo, su familia decidió empezar la línea de aves por la que ahora sobresalen.

Todas estas máscaras las tallan en Innovarte Caribe, pero eso no es todo. Además de abarcar la totalidad de los personajes del Carnaval y tallarlos en Ceiba roja y melina, han desarrollado una línea de aves que empezó con el tucán, barranquero y carriquí, y que hoy en día cuenta con más de quince especies. A todos estos personajes, carnavaleros y alados, los ponen en servilleteros, aretes, mantequilleras, llaveros, bolígrafos, pinchos y, por supuesto, en máscaras. Para tan variada y demandada producción, se han hecho su equipo: dos talladores, dos lijadores, un cortador, un tornero y dos pintores que cubren todos los pasos del oficio, siempre bajo la dirección y el acompañamiento técnico de Jesús, y el apoyo en diseño y administración de Evelin.

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

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