Un día se sorprendió al oír que su papá, al verlo repetir una y otra vez unas máscaras que nada que le salían, le dijo que le enseñaría cómo hacerlas.No tenía idea que él tenía mano artesana porque trabajaba como funcionario del Acueducto. Tenía ese recuerdo infantil de verlo llegar a casa con sus amigos, cargando trompeta, trombones y tambores, cantando y disfrazados en combo para disfrutar del Carnaval de Barranquilla, pero no sabía que ese atuendo y esas máscaras portentosas las había hecho don Miguel. La del burro, que era la que más le gustaba. Así que, desde ese momento, se dedicó a aprenderle ese arte que tenía en la sangre, ese dominio de las manos y que le servía para hacer los planos arquitectónicos que le pedían en la empresa donde trabajaba. Manuel cuenta orgulloso que trabajó junto a su papá cuatro años y que lo empleó en su primer taller artesanal hace ya más de 37 años. Éste le enseñó de geometría y a entender el volumen de la madera, a cortar como se debía cortar. Luego, se empeñó en rastrear el origen de estas máscaras que son la identidad de un pueblo y a descubrir sus significados rituales llegados desde África y asentados a orillas del río Magdalena, en pueblos rebeldes cimarrones.
Entendió que hombres como Francisco Padilla decidieron empezar a hacer sus propias máscaras en Galapa y así dejar de surtirse de las del municipio vecino de Malambo. Descubrió, también, que el barrio Rebolo, donde vive, tenía entre los suyos a quienes iban a conservar una tradición ancestral hoy con una gran carga religiosa contenida que antes había sido mucho más espiritual, una fiesta de la celebración de las creencias. A esa preservación cultural, justamente, Manuel le ha dedicado su vida.
Con una intención muy clara y que lo colma de alegría: hacer semilleros de artesanos. Porque aprendió el oficio, de manera rigurosa, primero con su padre y luego con formación técnica más especializada que lo impulsó a desarrollar esa habilidad que tenía en sus manos y que lo han hecho acreedor de la Medalla a la Maestría Artesanal, en la categoría Tradicional y Maestro de Maestros. Porque nada lo hace más feliz que haber logrado hacer realidad su proyecto de Aula Creativa Artesanal, para fomentar el desarrollo y la identidad cultural de su pueblo. Logró que del Colegio público María Auxiliadora de Galapa, salgan jóvenes con conocimiento técnico en el Programa de Artesanías. También ha impulsado con fuerza la implementación del proyecto de repoblamiento maderable de la zona, entre los cuales la ceiba roja, materia prima de las tradicionales máscaras que está en peligro de extinción. Es su legado y así lo vive a diario. En la escuela, en la prédica y en el taller, desplegando sobre las máscaras los colores encendidos del ser caribeño para vivir la alegría del “costeño arrebatado”, como llama con simpatía a los suyos, así como pintando con la firmeza de sus manos la figura del tigre que es el animal que más le gusta tallar, porque “es cauteloso, mira todo lo que está a su alrededor y siempre tiende a ganar, nunca a perder.
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