Taller: Asociación Charys
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Guaviare
Ubicación: Calamar, Guaviare
María Alves aprendió su arte gracias a una amistad. En el 2014 conoció a Luzmila Villegas, una artesana de la etnia Cubeo que la invitó a conocer el mundo de los tejidos en cumare. A pesar de que ella misma es indígena de la etnia Desana, y de haber visto la palma y a sus paisanos usar sus fibras para confeccionar los trajes para sus celebraciones, María nunca había visto que alguien usara el cumare para tejer bolsos. Pero llegó Luzmila, se hizo su amiga, y compartió con ella todo su conocimiento. Le mostró cómo armar su primer telar en guadua, que luego reemplazaría por uno más resistente de madera de laurel, armado con la ayuda de su esposo y usado para sus tejidos hasta el día de hoy. Después, le enseñó a bajar el cogollo de esta palma espinosa y le mostró cómo tejer, paso a paso, cuidando los terminados. Además, la instruyó en el uso de cáscaras de árboles, pepas y hojas para tinturar las fibras, y en la mezcla de tintes naturales con una pizca de anilinas para conseguir una mayor variedad de colores.
María se convirtió en una artesana pulida, consciente de la importancia de los detalles: el tejido debe quedar parejo, sin nudos, y con los bordes rematados en la máquina de coser. De vez en cuando decora sus piezas con las semillas que encuentra en la misma selva en la que crece la palma de cumare; usa semillas de pachuba, maracas, guama, chochitos y ojo de diablo. También suele hacer flores en cumare y coserlas a sus creaciones, o bordarles directamente flores y hojas. María se decidió por los bolsos y los hace de todo tipo: carteras con correa corta o larga, bolsos redondos, bolsos pequeños para llevar el celular y la plata, mochilas largas y bolsos cuadrados con tapa para hombre y mujer. Y gracias a lo bien que aprendió su oficio, y a la calidad de sus bolsos, el trabajo de María se destacó y pudo empezar a mostrarlo en las ferias de San José y recibir pedidos, pues a la gente le gusta lo que hace.
María y Luzmila todavía son amigas y, siguiendo los pasos de su maestra, María se ha convertido en quien ahora le da la bienvenida a otros al mundo del cumare. Sus siete hijos saben tejer y tinturar; cuando no están estudiando o trabajando le ayudan a completar los pedidos. Asimismo, le ha enseñado a sus dos hermanas el oficio, a quienes convenció para no tener que trabajar sola. A medida que enseña, se ha dado cuenta de que cada aprendiz es distinto pues, mientras que una de sus hermanas ya aprendió y se defiende sola, la otra aún necesita de su acompañamiento. Así que María le tiene la paciencia que cree que su maestra tuvo que tener con ella. Hoy en día, cuando Luzmila ve el trabajo de su antigua alumna, queda aterrada. Dice que María pasó de no saber nada a trabajar mejor que ella misma.
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