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Rosa Edith González Tascón

Taller: Asociación de mujeres imaginando con las manos
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Antioquia
Ubicación: Jardín, Antioquia


Nos habla cálidamente en español, pese a que su lengua es el Embera. Rosa Edith es Embera chamí y pertenece a la comunidad Karmata Rúa, Cristiania, un asentamiento relativamente pequeño que se atraviesa cuando se va hacia Jardín y que tiene una influencia notable de las hermanas Lauras.

Las mujeres de esta etnia tejen con pepitas de chaquira, un oficio que combinan con la agricultura y que les proporciona un profundo sentido de origen. Porque cada pieza que elaboran con sus hábiles manos cuenta una partecita de este pueblo que recuperó su tierra hace 40 años. Historias tristes y alegres que les transmitió la abuela Concepción Carupia, cuando Rosa Edith y otras de estas mujeres tejedoras eran apenas unas niñas, y que están cargadas de la energía de un pensamiento tejido, traducido en color y forma.

Al ponernos uno de esos collares, el okamá o collar de la mujer Embera, no solo estamos protegiéndonos, sino que también vestimos un pedacito de su relato, una visita al bosque, un viaje por el río o la narración de cómo un sapo nos castigó en sueños por haber perturbado a la naturaleza, o por el contrario, nos premió con algún gesto de grandeza por haberla cuidado. Todo está contado allí. Como ella misma lo dice, son todas mujeres que imaginan con las manos. Que caminan por su pasado y que navegan por los ríos, ven cazar los animales que las alimentarán, o describen el atardecer y la lluvia.

Todo esto lo plasman en esos dibujos que se volverán joyas. También tejen rombos en sus collares, homenajeando al “ojo grande que lo ve todo”, la mirada del jaibaná o médico tradicional, que los cura de los malos espíritus y los conduce hacia los buenos pasos. Así que cuando los kampunías, o los hombres blancos, llegamos a su territorio y adquirimos un okamá, estamos cargándonos de su energía. Tienen un significado ritual que ellas mismas honran cuando los visten, al otorgarles el valor que tienen, usándolos en celebraciones especiales de baile y que merecen pintarse la cara, vestirse de las parumas o esos coloridos textiles y acompañarlos de aretas y balacas.

Para ella es motivo de orgullo vestirlo todo y que nosotros los blancos encontremos sus piezas igual de bellas y poderosas que ellas, porque al hacerlo estamos conservando su cultura, preservándola y permitiéndoles así vivir como lo quieren: siendo indígenas y muriendo indígenas.

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

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