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Yenis González

Taller: El progreso las San Juaneras
Oficio: Cestería
Ruta: Ruta Atlántico
Ubicación: Luruaco, Atlántico


Para Yenis González, la pandemia fue la oportunidad perfecta para hacer crecer el oficio que practica desde niña: la tejeduría en palma de enea. Tuvo la suerte de ser contactada por clientes que le hicieron tantos pedidos que tuvo que hacer un equipo. Si bien ya amarraba esteras, hacía canastos de cabuya de enea sobre estructuras de metal y trenzaba el junco en tejidos para la mesa, fue en pandemia que se consolidó su grupo El Progreso las Sanjuaneras, un equipo de 25 personas a las que pudo darles empleo y con quienes sigue trabajando en comunidad y en familia, pues del grupo hacen también parte su esposo y sus tres hijas.

Se refiere a sí misma como una artesana de nacimiento porque desde que tiene memoria, ha convivido con la enea. Nació en una familia y en una comunidad que gira en torno a la producción de esteras hechas de la enea que les brinda la fértil Laguna de Tocagua. Su padre recogía la palma de la laguna o de los jagüeyes, esos pozos cavados para recoger las aguas lluvias en las fincas, y su madre les enseñaba a sus seis hijos a tratar la enea y, cuando veía que estaban listos, les ponía enfrente su propio telar, un marco hecho con cuatro palos, para tejer con nudos simples las esteras.

Y aunque Yenis vivió entre los nueve y los veinticinco años en Cartagena, a donde su madre la mandó para que estudiara, cada vez que visitaba a su familia en el pueblo volvía a practicar lo que había aprendido desde pequeña. Ayudarle a su madre con las esteras en las vacaciones hizo que no perdiera la práctica, así, cuando se casó con un sanjuanero y regresó a su pueblo, retomó el oficio como si nunca lo hubiese dejado. Su esposo se dedicó al corte de la enea y entonces Yenis aprendió los detalles que solo se aprenden llevando una vida dedicada a la artesanía. Por ejemplo, que la enea cortada en verano sale blanca y verdosa, mientras que la de invierno es café, y que por eso es tan difícil replicar una pieza a la perfección.También aprendió que a pesar de ser una planta acuática, las artesanías en enea se deben proteger de los charcos de agua, o si no se pudren. Siendo un material que se deja limpiar y lavar, si se cuida, la enea de sus canastos, puffs, lámparas, fruteros y bandejas dura hasta que uno se aburra.

Ahora que pasa sus días tejiendo como las arañas, y tiene un taller y un equipo capaz de cubrir la producción desde la soldadura de las estructuras en hierro hasta el lacado final, Yenis sabe que el truco ha sido trabajar con paciencia, amor y dedicación. La paciencia porque el trabajo manual es un arte que requiere de concentración y tranquilidad. El amor porque si uno no le tiene amor a lo que va a hacer, no le quedará bien. Y la dedicación, porque si no la tuviera jamás le habría sacado el tiempo al arte. Movida por el profundo gusto por su oficio, Yenis y su familia llevan una vida consagrada en la que le madrugan a la enea y la tejen hasta en las noches, cuando se sientan a ver televisión antes de terminar el día.

Artesanos de la ruta

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