Taller: El Rincón del artesano - Diana Betancur hecho a mano
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Santander
Ubicación: Socorro, Santander
Diana Stella Betancur nació en Bogotá pero no se considera ni de aquí ni de allá, sino de Colombia entera, plenamente colombiana. En su casa, que es también su taller y terreno de cultivo, suena todo el día la música de su país. Y mientras la canta, teje, con esa fibra propia de la tierra caliente santandereana, el fique del que se enamoró hace diez años.
Llegó a Bucaramanga acompañada de su esposo e hija hace treinta años, como gerente regional de una empresa de preservativos sin látex, un trabajo sorprendemente distinto del que le tenía augurado su futuro. Recuerda que al llegar, el entonces gobernador repetía que quien pisa tierras santandereanas se convierte en santandereano. Después de enviudar, siguió el consejo de su esposo, dejar la ciudad e irse a vivir a un pueblo. Eligió Curití, en donde de inmediato abrió un almacén de tejidos en fique. Ella había sido educada a la antigua y sabía coser, abrir ojales, tejer y poner botones, por lo que no le costó mucho trabajo aprender a tejer en fique con las personas de Curití, a quienes les debe todo su actual conocimiento. Así empezó a organizarse en grupo, primero con cinco personas, después con diez, ahora, con las 25 mujeres cabeza de familia de Curití, San Gil y el Socorro que hacen parte de su equipo trabajando desde sus hogares.
Pero después de la pandemia, como a tantos, la vida le cambió. La gente no llegaba a Curití por miedo a viajar, y Diana Stella se dio cuenta de que en el Socorro, a apenas una hora, había más movimiento. Encontró la casa de sus sueños a una cuadra de la Basílica menor del parque principal, espaciosa, con una fuente en el patio central y espacio en el patio trasero para criar sus gallinas y cosechar los frutos de sus matas de mango, naranjos, aguacates y guayabos. Y lo más importante, cuartos donde trabajar haciendo lo que más le gusta. La vida la sorprendió en medio del cambio porque le puso al frente un nuevo amor, Luis Ricardo, quien coincidencialmente había decidido acompañar a su amigo, dueño de la casa, el día en que le entregó las llaves a Diana Stella.
Pasan sus tardes y noches tejiendo y compartiendo. No saben de dónde sacan tanto tema para tejer y conversar, pero les suele dar la una de la mañana haciendo bolsos, correas, tapetes, imaginándose nuevas combinaciones y piezas. No se trata solo de un trabajo, la tejeduría en fique representa para ellos el placer que sienten al ver lo que hacen, y lo bonito que les sale, por pequeño que sea. Disfrutan compartiendo el oficio, habiéndose encontrado en un momento de sus vidas en el que la prioridad es ser feliz, sí o sí.
Con su carácter amable y amiguero, Diana Stella se ha dedicado a difundir su amor por el fique. Lo enaltece como una fibra con poderes curativos, ella misma lo ha visto, las tiras de fique amarradas al cuerpo estimulan la circulación, aliviando los dolores y calambres. Caminar sobre un tapete de este estando descalzo, haciendo que los hilos piquen en la piel, es como haber caminado distancias larguísimas, y lavarse con un guante de fique pone la piel bonita. A las mujeres con las que trabaja, a quienes considera parte de su familia pues ha visto a sus hijos crecer y sus vidas cambiar, les transmite uno de sus mandamientos: todo lo que se teje debe quedar perfecto, porque cada pieza se lleva un pedacito de su tejedora, se lleva sus ojos que pierden poco a poco la visión, se lleva sus manos que con el tiempo pueden desarrollar artrosis por el calor de la fibra, y se lleva su espalda porque estar sentadas agota; así que cómo no entregarse con perfecta dedicación a lo que tejen, si en ello están ellas mismas.
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