Ecofibras es el taller más grande de Curití, con 12 telares que operan en 1.700 metros de construcción, 27 empleados que tejen más de 300 metros cuadrados de tapetes mensuales, además de la confección de telas en fibras naturales y la capacidad de tinturar en 54 tonalidades; su producto se exporta en un 70% y cuenta con un museo del fique con su historia y la de la región, así como una colección de ágaves. Con todo, para José Delio Porras esa inmensidad no es tal pues, “somos una cooperativa con perspectivas y con deseos de crecer”.

Él participó en 1994, con un aporte de cien mil pesos y mucho trabajo, en la creación de esta empresa que nació y creció en la Casa Campesina del municipio, hasta que en 2008 se trasteó a su propia sede. Habla con la autoridad que le da haberse ganado un lugar, como artesano, en los encuentros de fique nacionales que organiza el Ministerio de Agricultura y que buscan crear estrategias para dinamizar las cadenas productivas de esta materia prima, así como organizar sus muchos eslabones.

Tiene claros los números y la producción, aunque sabe que lo que hacen en Curití es pura resistencia frente un mercado y un consumo seducidos por el plástico, por eso, le apuesta a la innovación y a la calidad que ofrecen las fibras naturales del fique y el algodón. Porque tiene la tradición en la sangre, el fique es su paisaje y con él ha alimentado a su familia y se ha alimentado este pueblo enclavado en la cordillera Oriental.

Para él es esencial tener presente de dónde viene el saber de la provincia de Guanentá, por eso un museo en plena fábrica, con un relato que recorre el camino de la materia prima y el saber de sus tejedores, con una mirada histórica. Es su evidencia de cómo, desde hace décadas, en su región le han rendido culto a la penca que le da sentido a sus vidas. Y es su legado.