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Sara y Zamira Neme

Taller: Winza por esta tierra
Oficio: Trabajo en tela (bordado) y tejeduría
Ruta: Ruta Ráquira - Chiquinquirá
Ubicación: Villa de Leyva, Boyacá


A los hermanos Neme los criaron en el campo. Aunque nacieron en Bogotá y allá transcurrió su infancia, al haber perdido a su papá cuando Zamira, la más chiquita, estaba chiquitita, Patricia, su mamá, se llevaba a sus cuatro hijos con frecuencia a la finca que tenían en Chocontá. De ahí su amor por el campo. Zamira tiene el color de las montañas grabado, así como una memoria de una infancia feliz; adoraba ver a su abuelita Inés coser en punto de cruz y recuerda que lo hacía con maestría. Además, ella era la que les hacía vestiditos a todas sus muñecas. Cuando estaba por cumplir los 20 su mamá les dijo que estaba cansada de su trajín como corredora de finca raíz y que se iría a vivir a Villa de Leyva, por eso, allá fueron a parar las hermanas Sara y Zamira y su hermano Awad, por amor, terminó yéndose a cuidar una reserva forestal en Arcabuco, a 45 minutos de Villa, sueño en el que sigue viviendo luego de más de 40 años de fundada.

Y allí todo empieza a tejerse porque, aunque Zamira estudió Artes, con énfasis en textil, en la UPTC, de Tunja, la filosofía de todo lo que ha construido hasta ahora se relaciona, justamente, con esta reserva. Hábitat de un colibrí endémico de la región, negrito y miniatura y con el nombre precioso de El Príncipe de Arcabuco, a él le dedica el taller de diseño y artesanías que abrió en Villa de Leyva con su hermana. Lo llamó Winza, que significa colibrí en muisca, y sus colores, texturas, delicadeza y belleza la han inspirado. También su sedosidad y brillo. Quizá por eso, cuando encontró en Villa de Leyva una tierra de tejedoras en lana, no solo se dejó seducir por ella, sino que la mezcló con la seda del Cauca, su mejor forma de metaforizar al pajarito con nombre real.

Y así, si el Príncipe le dio su norte era porque el cuidado delicado era lo que le guiaría el camino. Resulta que a su hermana Sara le diagnosticaron un cáncer y, aunque le ha sido muy duro sobrellevar la enfermedad, el sosiego que le ofrece el bordado le ha salvado la vida. Y como le hace bien a ella, les hace bien a todos quienes se acercan al tambor de bordado y al telar. Han hecho de su proyecto un lugar para compartir saberes y cariños. También para aprender de las otras artesanas de la región y, ofrecerles plataforma para ofrecer sus trabajos, junto a sus prendas elaboradas en telas recicladas y dibujos bordados con laboriosidad. Se saben excusa para compartir, por eso celebran lo que llaman, a mucho honor, la “juntanza bordadora”, ese espacio para hilar belleza.

Ella y Sara están logrando hacer de su negocio una idea sostenible y hermosa que combina el saber artesanal con la experiencia ecoturística. Pues, además de ofrecer talleres de bordado y de tejidos con las maestras artesanas de Villa de Leyva, entre las cuales María Daniza Saénz –quien les ha enseñado muchos secretos de tinturado con plantas nativas y minerales de la región–, también invitan a los visitantes a pegarse la rodadita a Arcabuco y pasar el día, o dormir, en la reserva, para tener el gusto de sumergirse entre las hojas y ramas que albergan a las 20 especies de colibríes que allí se abrigan, junto a otras 160 especies de aves y 260 de animalitos de todo tipo. Y, claro, no olvidan contar que están estrenando tienda cerquita de la plaza central de Villa de Leyva, para ofrecer sus productos, y los de otras maestras boyacenses, con el fin de hacer visible sus bellos oficios. Así van estas hermanas, batiendo sus alas de colibríes e invocando la memoria de su madre, agradecidas por la vocación que les permitió sembrar.

Artesanos de la ruta

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