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Carlos Rendón

Taller: Mueblería El Retiro
Oficio: Trabajos en madera
Ruta: Ruta Antioquia
Ubicación: El Retiro, Antioquia


Desde que Carlos Rendón tiene memoria su municipio siempre ha estado lleno de mueblerías. Por años y generaciones la gente de El Retiro ha practicado el oficio de la madera que hoy en día, entre la zona rural y urbana del municipio, cuenta con más de 120 talleres. Uno de sus exponentes es el mismo Carlos, quien consiguió su primer trabajo en un taller de ebanistería y quien ha llevado una vida entregado a su material.

Este artesano recuerda tener 13 años y llevarle a su padre, Enrique Rendón, los mandados o el algo, esa forma linda de llamarle a las onces en Antioquia, al taller donde trabajaba. Le gustaba quedarse ahí, hablando con los carpinteros colegas de su padre, y fue así como consiguió su primer trabajo; recoger la viruta y limpiar el taller. Después lo dejaron pulir, tapar los clavos con masilla y preparar las piezas con pintura. Tenía apenas 16 años cuando le propuso al dueño del taller que lo dejara trabajar con las máquinas. Este se resistió, pues Carlos no había cumplido la mayoría de edad, pero él le aseguró que sabría hacer su trabajo, pues había tomado un curso en el Sena, y logró convencerlo. Y después, cuánto no le tendría que insistir al patrón para que lo dejara trabajar en algo más exigente, en lo que le llamaba la atención de verdad, el armado de muebles. Aprendió como casi todos, de manera empírica. Había visto a su padre y los demás hombres del taller hacer lo que, con desconfianza y condiciones, el patrón le encomendó hacer después de tantos ruegos: armar una cama. Y le salió bien, excepto por un triplex que puso al revés, con la suerte de que el material venía de tan buena calidad que casi no se notaba. Entonces el patrón le dijo «hágase dos más», y así fue como Carlos se convirtió, como su padre, en armador.

A este artesano le han sobrado las ganas para llevar una vida dedicada al oficio. Ha superado cuatro quiebras, la primera, cuando abrió su propio taller a los 18 y ante la falta de clientes le tocó volver a pedir trabajo en un taller más grande. Lo ha hecho todo con la misma valentía de su padre, quien dejó su demandante trabajo como mayordomo y se aventuró a aprender, ya de adulto, el oficio de la carpintería. Fue una hazaña de mucha voluntad, que le tomó su tiempo. Pero ese padre, a quien Carlos describe como un hombre de una nobleza inmensa, lo logró y trabajó por muchos años en el armado de muebles. Y si Carlos le siguió los pasos al padre, su propio hijo ya viene con ganas de reemplazarlo. Se llama Juan Carlos, le ayuda en la producción, y ha podido hacerse de un amplio conocimiento. Juan Carlos tuvo la suerte de tener un padre que disfruta compartiendo lo que sabe porque es consciente que uno de este mundo no se lleva nada, ni siquiera los saberes. Con esa misma generosidad le ha enseñado a otros desde cero como instructor del Sena, de Comfenalco, el Ministerio de Cultura y la alcaldía de su municipio.

En casi 50 años ha hecho mucha cosa con el roble, el cedro, la teca y el ciprés: casas para las que le dan apenas la base y él les construye las paredes y techo, infinidad de muebles, y uno de sus mayores orgullos, un altar de 11 metros de altura para la iglesia de Amagá, que descifró y construyó a partir de un dibujo. Tanto tiempo dedicado a lo mismo ha hecho que le haga falta su taller cuando se toma un descanso. Por eso se la pasa con la madera en la cabeza las 24 horas y vive enamorado de su oficio, haciendo sus cositas y viendo a sus clientes satisfechos.

Artesanos de la ruta

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