Taller: Taller artesanal Eduardo Silva
Oficio: Trabajo en piedra
Ruta: Ruta Santander
Ubicación: Barichara, Santander
Pertenece a esa categoría insólita de Los Picapiedras de Barichara. Con un saber adicional: ser de los pocos escultores que hay en el pueblo. Eduardo Silva terminó convertido en maestro por pura casualidad, como él mismo lo cuenta. Era 1984 y al ser el quinto de seis hijos, no había con qué mandarlo a estudiar, así que buscó trabajo y lo encontró con el maestro tallador, Juan Pablo Figueroa. Junto a él, hasta que murió 17 años después, aprendió lo que sabe y que no ha hecho más que pulir.
Hoy mira atrás, luego de 18 años de experiencia por su cuenta, y ve cómo ha perfeccionado este arte de tallar en piedra, al hacer hoy un trabajo más preciso y delicado. Pero aprender le costó 12 años de arduo oficio. Emplantillando las piedras, es decir, dejándolas cuadradas lo más cercanas a lo que va a ser una imagen, para que el maestro las terminara con todo sus detalles. Hasta que llegó el día en el que don Juan le dejó hacer un rostro.
Sus lecciones también pasaron por el curso de herrería, en donde aprendió a hacer las herramientas con las que se enfrentaría a una cara o una mano. Se dio cuenta de que ya estaba listo cuando fue capaz de hacer un caballo. Habla con conocimiento y cuando va rememorando todo lo que ha hecho se da cuenta que ha sido mucho.
Le interesan las escalas grandes, así que decenas de iglesias en el país tienen imágenes suyas, así como mesas de altar, columnas corintias, sagrarios y angelitos. También fuentes para las plazas principales de los pueblos, nomenclaturas y señalizaciones de gran envergadura. Hace bases de mesa de grandes dimensiones, chimeneas, tumbas, pero también figuras como Cristo, San Francisco, El Mohán o un Buda, de más de un metro de alto.
Su taller, en el Parque Artesanal de Barichara, a las afueras del pueblo, es uno de los 16 locales de picapiedras de esa zona, sin contar a quienes trabajan directamente en las canteras de Villanueva, que son los que extraen la materia prima. Él, con su ojo entrenado, ya sabe qué piedra le dará lo que él quiere, pero no se hace el presuntuoso, porque todo pasará por sus manos, en todo un trabajo de conquista que derivará en una pieza sorprendente.
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