Taller: TK Madera en forma
Oficio: Trabajos en madera
Ruta: Ruta Antioquia
Ubicación: Marinilla, Antioquia
Fernando Toro es un ebanista experimentado y es, como sus piezas, una cajita de sorpresas. Empieza su historia contando que nació en una montaña templada, entre las selvas de Palmar, Nariño y que los primeros palos que cortó fue a punta de machete, cuando los árboles eran gigantescos y se podía tomar la madera de cualquier parte. Cuando recuerda su primera pieza, una cauchera para cazar chuchas, torcazas y paletones con las piedras que recogía del río, le vienen emociones encontradas, las de la consciencia de una vida pasada llena de costumbres que ya no practica, entre ellas, comer animales. De adulto se hizo vegano por la misma gracia, el respeto y la ternura que lo lleva a mirar a los demás seres vivos. Su veganismo es su definición de amor.
Es también cantante de mariachi, jugador de trompo, yoyo y balero, y un apasionado de las herramientas para trabajar la madera. Dice que pierde un avión viendo herramientas y muestra con orgullo la pared en la que las tiene dispuestas. Las ha acumulado en los 30 años que lleva practicando el oficio que le heredó a su padre, Oliver Toro, un instructor de ebanistería técnica del Sena al que le siguió los pasos y por quien terminó en Marinilla, Antioquia. En esa misma pared tiene colgada la gubia de acero que le regaló su padre el día de su graduación, su primera herramienta, la que le recuerda de dónde viene y le hace entender la habilidad de su maestro, quien era capaz de hacer todo lo que hacía con una simple gubia que nunca guardó tanto filo. Ha aprendido a leer a ese hombre serio y orgulloso que aun trabaja en su propio taller, y sabe que aunque no sea con palabras, le dice te amo de otras maneras: a través del brillo que le aparece en la mirada cuando ve los trabajos de su hijo.
Justamente porque ha enfocado su práctica artesanal en la ebanistería técnica, ve en sus piezas la oportunidad de retar sus propias capacidades. Hace desde casas hasta tulipanes, y con ese mismo respeto que le tiene a los animales, hace sus artesanías exclusivamente con los sobrantes de los trabajos más grandes. Es un hombre vanidoso al que le interesa que sus creaciones causen impacto. Por eso se inventa piezas en las que combina el torno con la talla, flores que parecen con los pétalos ensamblados pero que fueron tallados y torneados a partir de un mismo pedazo, juegos de ajedrez gigantes en los que la reina pesa 45 kilos y está hecha de maderas de comino, y baleros grandísimos con los que alguna vez se fue de gira por el país, demostrando cómo los usaba. Se patrocinó el viaje con lo que las demostraciones le dejaban, visitando Antioquia, Cauca, Valle y Huila hasta llegar a su pueblo, en Nariño.
Dice que su taller es como una universidad porque la madera da múltiples opciones para trabajarla. Al que no le guste el torno puede tallar, pirograbar, hacer techos, ¡o cantar! Así fue como crió a sus propios hijos, quienes desde antes de terminar el colegio ya estaban metidos en el taller. Tiene 4, tres varones y una mujer, de los que los tres hombres son madereros como el padre. Ver a los hijos inmersos en el oficio le recuerdan su propio camino, ese que empezó con una infancia de trabajo, caza y pesca en el río, y que continuó gracias a sus esfuerzos cuando logró completar el exámen que le pedían para entrar a estudiar al curso que dictaba su padre a pesar de nunca haber pasado por un colegio, porque además de vanidoso, no tira la toalla fácil.
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