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Gloria Marina Ahumada y Fernando Guerrero

Taller: Taller Alejandra
Oficio: Tejeduría y trabajo en madera
Ruta: Ruta Cundinamarca
Ubicación: Zipaquirá, Cundinamarca


AGENDA TU VISITA

  Calle 5A # 17-30 Barrio Algarra 3, Zipaquirá, Cundinamarca
  Gloria: 3124077019
  Fernando: 3115740817
  glo_1116@hotmail.com
  fer.guerrerovalenzuela@gmail.com

La vida los hizo artesanos a pesar de que pensaron que, como zootecnistas, se la dedicarían a las abejas. El amor por los animales los juntó y, al casarse, emprendieron un negocio de apicultura con el que, por casi dos décadas, fueron muy felices. Hasta que dejaron de serlo. Una picadura le alborotó una peligrosa alergia a Gloria que la alejó definitivamente de su pasión. Por supuesto, esto los sumergió en la tristeza pues les tocó encargarles a otros el cuidado de las colmenas, otros que no las sintieron como su familia, así que las abejas se fueron muriendo y una borrasca terminó de sepultarlas. Tuvieron que volver a empezar.

En ese reinicio echaron mano de sus memorias más lejanas y allí Gloria recordó su gusto por la lana, esa que le había visto en las manos a su mamá tejiendo a dos agujas y también lo que disfrutó de las clases de croché en primaria, que no es que fueran muy buenas, pero como a ella le había gustado tanto esa técnica, hacía hasta lo imposible por aprender, mirando a otros, y desbaratando para volver a armar una prenda. Su práctica la hizo tejiéndole gorritos y guantes a un tío. Por su parte, Fernando tuvo a un papá carpintero, así que ese crecer entre la madera lo hizo regresar a ella de manera natural. Pensó que eso que para él era un hobbie, hacerles juguetes en madera a sus hijos, trencitos en madera, cubos para aprender a contar, caballitos, carrozas… podría volverse un oficio.

Sin embargo, no tuvieron otro remedio que emplearse, hasta que la vida se fue reacomodando poco a poco. Gloria se inscribió a varios cursos de tejeduría para refrescar la memoria. Allí le enseñaron a hacer mochilas y bolsos hasta que un día, uno de los instructores propuso hacer un butaquito y a una de las alumnas un forro tejido. Allí se le iluminó el bombillo, si su marido trabajaba la madera y ella tejía ¿cómo no iban a intentar hacer algo juntos, como cuando trabajaban con las abejas? Así que llegó a la casa con la idea y a él le gustó.

El butaco rápidamente tomó forma. Y lo hizo a la manera de una ovejita, de nuevo, haciéndole un guiño a la infancia en donde Gloria cuenta que tuvo una oveja de niña a la que llamó Chita; era su dulzura. Si los animales eran lo suyo, en una artesanía los honrarían. Pero, claro, no fue tan fácil lograr el producto que hoy se ha convertido en el símbolo del Taller Alejandra. Cuenta Fernando con risa que la primera talla se parecía más a un oso que a una oveja, así que fue probando y probando, durante un año, hasta que le salió la carita perfecta, esa que enternece a cualquiera. Y es tan abullonada como una ovejita en el campo. Gloria ha perfeccionado la técnica y las teje como si de un cuento de hadas se tratara. De hecho, trabaja con lana de botón gruesa, no demasiado hilada y sin torcer, para que sea lo más parecida a un animalito del campo.

Al final se decantaron por las ovejas, pues al inicio, hace ya más de 15 años, empezaron haciendo caballos, burros, vacas, conejos y hasta gatos, pero se decidieron a un único animalito para construir una identidad. Y sí que lo han hecho, son reconocibles cuando van a las ferias y la gente los busca para eso. Al punto de que están haciendo unos butacos más pequeños para que los niños también tengan el propio.

Gloria y Fernando alternan este trabajo con otras labores. Fernando trabaja de ocho a cinco en una empresa, así que prepara con mucha anticipación el trabajo de madera para tener las piezas listas, a final del año, para Expoartesanías. Y Gloria también les teje a distintos diseñadores de moda, con los que ha elaborado tanto prendas, como ruanas y tops, así como bolsos tejidos en croché que se exportan a Italia; cuando tiene pedidos grandes, de hasta 500 bolsos, emplea a 25 tejedoras más. No ha sido fácil llegar a la calidad exigida, y tuvo que deshacer muchos bolsos para que se los aceptaran para ese mercado de la moda. Pero no desistió y allí sigue, firme. Al narrarse, ambos sonríen, realizados, contentos de lo que han logrado, y listos para seguir creciendo.

 

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

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