Taller: Recrear
Oficio: Trabajo en materiales naturales
Ruta: Ruta Cundinamarca
Ubicación: Cajicá, Cundinamarca
Martha habla y uno siente que pasa la historia de frente. La cuenta porque la vivió, de primera mano, en sus ya siete décadas de vida, recorriendo Colombia, primero porque su papá trabajaba en obras públicas, pero también por sus desplazamientos en Boyacá a causa de esa violencia liberal-conservadora de los años 50 y a la que se le puso la V mayúscula para nombrar un tiempo cruel. Luego, ya más amablemente, viajaría, gracias a sus artesanías, desde la costa y la Sierra Nevada de Santa Marta, hasta el territorio de los guambianos en el Cauca, para finalmente asentarse en Cajicá, Cundinamarca.
Pero, aunque repase la triste historia en donde de niña tenía que esconderse con sus 11 hermanos en el monte, de lo que más habla es de su amor por la naturaleza. Y es precioso oírla detallando la quebrada que bordeaba su casa de niña en Campohermoso, y los árboles y los lulos silvestres y las uchuvas, y los cangrejos, así como los paseos en burro para ir a comprar la carne y dejar la leche en las veredas vecinas, “este recorrido lo lleva a uno a hacer diálogos permanentes con la naturaleza”, dice con sabiduría.
Y es, justamente, esa admiración por el mundo natural lo que la llevó a estudiar Biología y Química. Oficio que, sin embargo, no pudo ejercer por falta de oportunidades. Luego hizo otro intento, de montar un jardín infantil con su hermana, al que ya le tenían el nombre de Recrear, pero tampoco se logró. Y aunque la vida le impidió seguir con esos destinos que imaginaba, le puso de frente la vocación de la mirada que había cultivado desde niña, esa observación fotográfica del paisaje que la lleva a grabarse con minucia cada lugar que le interesa. Fue así como se consagró a la artesanía. Una a la que le imprimió ese nombre querido de Recrear, porque allí se “recrearía” haciendo muñecos.
Los paisajes de su infancia vinieron a su memoria, esa venta que hacía de huevos en la plaza e Ubaté, junto a su madre, y cómo le fascinaba ver a las mujeres campesinas, ataviadas con sus faldones y sus enaguas, sus alpargatas y delantales y las infaltables trenzas. También los canastos y los animalitos, el vendedor de plátano y de yuca. Personajes que, sumados a las muchas plazas de mercado que visitó en su vida, se convirtieron en su fuente de inspiración para las figuras que terminó elaborando en yute y materiales reciclados y que le han significado numerosos reconocimientos departamentales y nacionales. Incluso viajó a España en 1996, en representación del país, llevando sus detalladas composiciones de campesinos.
Esos personajes para ella tienen incluso nombre de lo importantes que le han sido. Dioselina, Campoelías, Julia y Valentín, a ellos, símbolo de los campesinos de nuestro país, les rinde tributo.
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