Taller: Tejidos Victoria
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cundinamarca
Ubicación: Cajicá, Cundinamarca
El amor por la tejeduría le llegó a Pedro Manuel por tradición. Y por curiosidad. Sonríe al contar que se montaba en los telares de su papá, jugaba sobre ellos y se quedaba mirándolo trabajar, hasta que don Manuel se dio cuenta de que el interés del niño era genuino y le enseñó a encarretar la lana, a tinturarla y a tejer. Aunque, si lo piensa bien, era difícil que no quedara enredado entre lanas, pues su abuelito materno vendía ovejas en Chocontá. Es una materia prima que lo ha acompañado desde siempre.
Trabaja en Cajicá, donde reside, sin embargo, cuenta que esta tradición tejedora de tapetes –algo con lo que se reconoce al pueblo desde hace décadas– llegó de Bogotá. Los primeros talleres que empezaron a destacar en este oficio fueron Artelana y Madelana, dos compañías que, recuerda él, fundó un alemán y una familia judía respectivamente. Lo cuenta porque su papá trabajó en Artelana, en donde su fundador, un hombre que fue prisionero y se escapó de Alemania durante la Guerra, le enseñó todo sobre el manejo del telar horizontal. Allí estuvo unos años hasta que respondió a un aviso clasificado en donde se solicitaban hábiles tejedores que estuvieran dispuestos a trastearse a la sabana de Bogotá para trabajar en una fábrica nueva llamada LAV, por su fundador Leonidas Arciniegas Vanegas. Era el final de la década de 1950 y, sin compromisos familiares ni pendientes en la capital, se mudó para lanzarse a esta apuesta.
Una que reventó como la lotería porque todos empezaron a ver en Cajicá una cuna de tejedores y un lugar muy propicio para el desarrollo de una industria tapetera. Pedro Manuel recuerda que mientras crecía vio nacer una treintena de fábricas, donde el telar manual fue su gran sello de identidad, y que esta industria se convirtió en la segunda economía en su municipio. En ese florecimiento, consolidó su vida laboral.
Antes de independizarse trabajó en distintos lugares, entre ellos una fábrica de muebles y telas para forrarlos y otra en donde necesitaban a un tejedor de telar horizontal, ambas en Cajicá. Luego, apenas terminado el Servicio Militar, se fue para San Cristóbal, Venezuela, en donde circulaba mucho dinero en los tiempos de Carlos Andrés Pérez y tuvo la oportunidad de conocer a “la élite de los tejidos manuales” de todo el continente. Allá, además de intercambiar conocimientos y seguir aprendiendo, conoció a Sandra, su esposa, con quien se regresó para Cajicá y a quien le enseñó a tejer.
Ya en su tierra, se especializó en la elaboración del tapete anudado en telar vertical, haciéndolos redondos y ovalados, como una modernización de los estilos de la época. Eran los años noventa y, para abrir negocio propio, se asoció con Rosa María Moyano, quien se había independizado, justamente, de los emblemáticos Tapetes LAV. Con ella se habían conocido en la fábrica de muebles y sabían lo buenos que eran, así que unieron fuerzas y fundaron Anudados Tapitex. Años después, le añadiría al negocio su propia marca de familia, nombrándola Tejidos Victoria, en homenaje a su hija menor.
Hoy sus tapetes en lana y algodón, tan bien tejidos que pueden ponerse en cualquiera de sus dos lados, han alcanzado el exclusivo mercado de Nueva York y hacen parte de colaboraciones con diseñadores de interiores. Pero lo suyo es la sencillez y la capacidad de adaptación, así que cuando las ventas se le bajan, teje ruanas de lana virgen. Cuando eso pasa, además, como buen amante de su oficio, se dedica a investigar cómo innovar, qué materiales combinar con la lana y así seguir por el urdido y la trama, que no es otro que el tejido de su vida.
No puede copiar contenido de esta página