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Sandra Faisuly Avelino Briceño

Taller: Safay country
Oficio: Trabajo en papel
Ruta: Ruta Cundinamarca
Ubicación: Chía, Cundinamarca


AGENDA TU VISITA

  Calle 19 # 5a-64 casa 18 conjunto Villa Concha, Chía, Cundinamarca
  3013883803
  sfavelino@gmail.com
  @safaycountry

A Sandra la artesanía le llegó por decisión. Porque no quería dejar más solos a sus hijos. Cuenta que como Ingeniera de Sistemas trabajó por varios años en el Hospital de la Samaritana, en Bogotá y que, viviendo en Chía, la travesía que le significaba llegar implicaba salir a las 4 de la madrugada y regresar a las 9 de la noche. Hasta que dijo no más. Fue difícil, pues en el sector médico no logró conseguir nada en Chía y se le fueron acabando los ahorros hasta la preocupación. Nada le salía y cada emprendimiento resultaba un fracaso. Por supuesto, la desesperación reinó, hasta que dejó de hacerlo. Y para entenderlo explica que hay un fenómeno, aparentemente paradójico, y es que la entrada a la noche, en el atardecer, es el instante más luminoso del cielo. Y así compara su situación, como la luz intensa que llegó cuando solo parecía haber oscuridad.

Un día, en 2016, vio que la alcaldía del pueblo estaba ofreciendo un curso de trabajo en papel. Sin nada que perder, se inscribió y cuál no sería su sorpresa cuando vio que lo que allí estaban enseñando era un prodigio: tejer canastos. De inmediato volvió a su niñez, de la mano de su abuelita María Luisa, paseando entre canastos por la plaza de mercado de Zipaquirá, de donde es oriunda su familia. La maravillaba verlos grandes y pequeños, útiles para cargarlo todo, y cuenta que se subían al tren y éste estaba plagado de ellos. Sus regalos, en lugar de muñecas, eran canastitos con los que jugaba. Por eso, sintió un llamado y supo que su suerte cambiaría.

Sin un peso, el papel era un material que podía conseguir fácilmente; se lo regalaban los vecinos y lo recuperaba por ahí. Es consciente de que las horas de curso eran insuficientes para realmente volverse diestro en el tejido, pero eso no la frenó, empezó a buscar en Youtube cuanto curso encontrara y practicó y practicó hasta que las manos fueron volviéndose ágiles. Además, como al graduarse de la universidad se fue a aprender inglés a Toronto, podía sumergirse a escuchar y ver a maestros de todo el mundo, hábito que conserva porque, aunque hoy es toda una tejedora, dice que nunca se deja de aprender.

Vivir en Chía fue un carisellazo que hoy cuenta con una sonrisa agradecida, pues fue allí donde encontró su vocación. Ella, al ser de Zipaquirá y su marido de Bogotá, sin querer vivir en la ciudad del otro, mediaron: si no es aquí y no es allá… pues Chía. Este es el lugar en donde encuentra la paz y el silencio que le han permitido recorrer el arte de la cestería, un oficio tan antiguo como la humanidad misma, y que atraviesa todas las civilizaciones, “en África, Europa y Oceanía… en todos lados hay cestería”, cuenta orgullosa de haber descubierto una tradición.

Al hablar del oficio se le iluminan los ojos, explica el paso a paso de lo que hace y, como tantos artesanos, lo hace ver fácil hasta que, describiendo sus procesos con detalle, ella misma se da cuenta de que tiene un mérito infinito. Dice que el papel, como prácticamente todas las materias primas, tiene un derecho y que, como las fibras naturales con las que se suelen tejer canastos, bolsos, individuales o sombreros, hay que humedecerlo para que adquiera la flexibilidad necesaria para trabajarlo. Las tiras de papel que son su fibra, las llama palos y su preparación, enrollando papel de manera delicada y fina, les resulta como una terapia de relajación a quienes lo hacen.

Una de sus piezas estrella es una lámpara que semeja el nido de un pájaro que, si lo han visto, es el refugio más conmovedor que puede existir en la naturaleza, suma de pajitas juntas y depositadas hábilmente por un pico y corazón que saben que cuidarán y calentarán. Eso es lo que hace Sandra, cuida y calienta. Porque eso fue lo que decidió cuando regresó a casa. Lo hace con sus manos, con la dulzura que recuperó y con la agilidad de quien sabe que está construyendo un objeto que debe tener las cualidades de un hogar, contenedor de los afectos, estable, duradero y luminoso.

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

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