Taller: Tybso
Oficio: Alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Bogotá
Ubicación: Bogotá, Bogotá
Camila sabe que la Camila que se merece todos los elogios es su mamá. Que la barranquillera que se trajo el calor y los colores del mar a la capital, y ya, grande, dijo que quería hacer la vajilla de su finca y entonces aprendió cerámica, y eso, y mucho más que revela que nunca le quedó nada grande, esa es la Camila que quiere que todos admiremos. Pero si, además, a esa Camila maga, le nació otra Camila que se lo imagina todo y tiene a una mamá que logra hacerlo realidad, esa es la suma más perfecta que cualquiera querría cerca suyo. Pues bien, estas dos Camilas, le dieron vida a Tybso, uno de los primeros, si no el primero, de los talleres artesanales de cerámica que nació en Bogotá y que, en 2025, cumple 30 años de existencia.
Tybso significa barro de olleros en muisca y su logo es una salamandra porque este reptil regenera sus miembros si entra en contacto con agua y tierra. Uno de esos milagros que también ocurren con el barro. Sin embargo, para entrar en el mundo fascinante de este taller es necesario mirar atrás y ver a los artífices de esta idea: los padres de Camila, Jorge Alberto Gómez y Camila García. Este hombre, químico e industrial fantástico, tal como lo recuerda su hija, tuvo la osadía de enamorar a la niña de la casa vecina. La “niña” era la hija de un decano universitario y tenía una mamá florista y diseñadora; además, vivían en una casa diseñada por Le Corbusier, así que allí se respiró, desde siempre, arte y estética. Pues bien, el amor, de ventana a ventana, rindió sus frutos porque la “niña” decidió casarse sin acabar el colegio (éste vino a acabarlo ya cuando era abuela, cuenta Camila llena de orgullo). Y así, la pareja se fue a vivir a Cartagena y ella, vestida de batolas hippies que ella misma se hacía, también aamasaba manzanitas de mazapán que vendía en la playa. Eso sí, con un fin concreto: regalarle una cadenita a su querido Jorge. Porque, para que nos quede claro, Camila García siempre ha hecho que todo sea posible.
Con esto en mente, volvamos a Tybso. Y a Bogotá en donde se asentaron ya desde hace mucho. Jorge, que siempre le acolitó todo a su amor, al verle la intención a su esposa de aprender cerámica, para, recordémoslo, hacer la vajilla de la finca, le fabricó un horno al que le cabían doce piezas dentro. Más se tardó ella en aprender a usarlo que él en conseguirle clientes para que mantuviera el entusiasmo; al verla trabajar el barro y desenvolverse con éste como lo más natural del mundo, supo que esa era su materia. Y así fue. El horno empezó a quedarse chiquito con los pedidos y las máquinas que él mismo fabricaba empezaron a poblar un espacio que nunca se habrían imaginado que crecería como lo ha hecho, al punto de que Camila, la hija y a cargo del diseño y el mercadeo de la marca, hace énfasis en que, pese a que fabrican 10.800 piezas y tienen un showroom de 300 metros cuadrados, todos sus procesos con absolutamente artesanales y así quieren continuar. Ese es el limbo, como lo llama, en que quieren moverse. Por eso han formado a más de 30 artesanos en cómo elaborar las piezas.
Ahora bien, ¿qué hace Tybso que es tan particular? Engalanar la mesa. Esta familia se metió en el negocio de la gastronomía cuando en Bogotá los restaurantes se contaban con los dedos de la mano; vieron venir el boom. Por eso hacen vajillas a la medida de cada quien. Aman tanto el buen comer –por eso lo de la vajilla del inicio– que cómo no honrar tamaño esfuerzo del cocinar con una preciosa vajilla que celebre el alimento de principio a fin. Pero también tienen otro sello único, se han inventado un animalario precioso que, por ejemplo, salta de la taza cuando nos tomamos un café o un té. Camila mamá moldeó un venado, un conejo, una ardilla y un gato, chiquititos, y los introdujo dentro de las tazas de porcelana. No solo su nieta Matilde quedó encantada, sino todos los que han tenido la ocasión de descubrirlos que, al parecer, no son pocos, pues el arca de Noé crece día a día. Camila sueña y la Camila ceramista, le cumple el sueño. Así, jugando a la belleza, han consolidado un emporio que, en todo caso, es uno de miniaturas y así se quieren quedar.
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