Workshop: Taller Arte y Tradiciones Ancestrales
Craft: Weaving
Trail: Ráquira - Chiquinquirá Route
Location: Ráquira, Boyacá
Blanca Nubia no tiene ningún problema en reconocer que su gran inspiración en la vida ha sido su papá. Por él, dice que se siente dichosa y afortunada de haber nacido con un título, el de ser campesina tejedora. Y le añade, sin perder el hilo del pensamiento, que la vida no solamente le ha enseñado a ser tejedora de fibras, de esparto, para ser más precisos, sino también tejedora de palabras. Y sí que lo es. Es exuberante con el lenguaje, y va urdiendo toda una trama en la cual queda claro que un relato es un tejido envolvente y acogedor, además de reivindicatorio. Por eso, contar su territorio, su herencia y orgullo, se ha convertido en su misión, en el legado que le quiere dejar a sus hijos.
Y es que don Faustino Sierra Cárdenas pudo no haber cursado escuela alguna, pero se lo leyó todo y pisó el mundo con la sabiduría de la intuición, de la experiencia y de la bondad. Recolector de café en el Tolima, también sembró papas en los páramos y, ya luego en Ráquira, se llevaba a su hija los sábados a lomo de yegua para recoger el oficio de la semana, es decir, la producción de canastos en esparto. Y le enseñó el oficio. Ella siempre lo vio trabajando y lo oyó contándole lo bueno y lo malo de la vida, diciéndole que tenía que estudiar y leer sin quejarse, así como aprender a defenderse solita en este mundo, porque no había de otra. También, que había que dar para poder recibir, y que esa lección, nunca se le olvidara. Y, así, cuando caminaban por los pueblos, muchas se le acercaban y le daban las gracias por los zapatos del niño, los cuadernos o la tela para los uniformes… y no fue una sino, muchas las que le dijeron a ella al oído, como para no hacerlo ruborizar, “me prestaba para traer el mercado y no me faltaba ni la salecita ni la panela en la casa, ni para hacerle el tetero a los hijos”, esa fue su escuela de vida, así que la suya ¿cómo iba a ser distinta?
Ahora sí el esparto. Su abuelita Abigail y su mamá Paz, como le decía Faustino a Pasión, fueron hábiles tejedoras en esparto, la fibra que ha caracterizado la cestería de esta parte de Boyacá, principalmente conocida en Ráquira y Cerinza. Son famosos los canastos almorceros y los portacazuelas, esos envoltorios tejidos que, toda la vida, se han puesto debajo de las cazuelas de barro para los fríjoles o el ajiaco. De ahí que esa suma perfecta de esparto y barro sea un sello de identidad de Ráquira. Y, justamente, con estos canastos Blanca tiene una historia. Nos cuenta que, alguna vez, de cuando se cansó del maltrato que significaba que les ofrecieran a las tejedoras, a todas las tejedoras, 8.000 pesos por una docena de portacazuelas. En el pueblo, pero también en Bogotá, en el Pasaje Rivas, y las plazas de mercado del 7 de agosto, Paloquemao, el 12 de octubre y Las Flores. Era demasiado poco. Recuerda bien cuando se regresó con toda la mercancía a Ráquira, porque no quiso dejarla a ese precio. E hizo algo radical. Vendió una vaquita que tenía y por todo un mes compró el oficio de todas las tejedoras. Con ello, obligó al mercado, ávido de portacazuelas, a repensar su tarifa. Y funcionó, subió a 15.000 y hoy está en 20.000 pesos.
Todo lo que ha hecho ha sido en busca de la dignidad de las artesanas. Por eso la fundación de Taller Arte y Tradiciones Ancestrales, por eso las alianzas que ha logrado con universidades para pensar en la sostenibilidad ambiental de la materia prima, por eso el vínculo con entidades artesanales como Artesanías de Colombia y con las interesadas en turismo para formar operadores en turismo comunitario. Así como fortalecer las cocinas tradicionales. Porque sabe que cuando un ecosistema está sano y teje saberes, todos se benefician de él. Blanca es una tejedora de relaciones, vínculos, convenios y conocimiento para que los saberes no se pierdan, pero también para no quedar rezagados en el mercado ni en la innovación. Por eso celebra los proyectos que ha realizado con otros artesanos y diseñadores, llevando su producto a un nivel superior. Es lo que busca y quiere. Y lo que le ha inculcado a su heredera, su hija menor, Daniela, otra maquinita para construir equipos de trabajo con artesanas de gran experiencia en busca de la conservación de las tradiciones y la entrada en el futuro.
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