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Édgar Beltrán Jaramillo

Taller: Blumarino Leather Studio
Oficio: Marroquinería
Ruta: Ruta Bogotá
Ubicación: Bogotá, Bogotá


Las cosas pasan por algo y, en el caso de Édgar Beltrán, la pasión explotó por vía doble. Primero, porque la ingeniería de petróleos y el manejo de negocios internacionales le produjeron tal agotamiento físico y emocional que lo llevaron a tomar la decisión radical de transformar su vida por proteger su salud, y segundo, porque le bastó voltear a mirar con detenimiento el maletín de viejito que le había heredado su hermano desde niño y que atesoraba como lo más preciado de su pasado, para saber que el cuero le devolvería la vida.

Se decidió, así, en 2015, a regresar al centro de la capital, lugar que no había pisado por décadas, para animarse a estudiar en la noche en la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo. Velozmente, se puso a trabajar durante el día con su maestra talabartera, Mónica Tejada, tan sediento estaba de aprenderlo todo sobre el oficio. Sabe que completó, con creces, las 10.000 horas que se dice todo artesano debe cumplirse a sí mismo para poder afirmar con certeza que domina el oficio.

Y lo sabe porque tiene claro que cuando se le mete una obsesión en la cabeza no la suelta por nada del mundo. Tres años de dedicación plena, que parecen décadas por cuenta del conocimiento y destreza que adquirió de la pura pasión, estudio y práctica, lo llevaron a enamorarse de las cuchillas, dominio de la herramienta que compara con la de los barberos que saben el punto exacto en el que el roce con la piel será perfecto.

Conocer los distintos cueros y su uso también ha sido su fascinación, la afinación del tacto y la vista, saber cómo es que en la tala natural del cuero, su blancura se va tostando como una piel cuando toma el sol, o cómo se van separando las distintas capas del cuero si se desea hacer una pieza en gamuza o si se trabaja el cuero grueso para coser con la costura talabartera. Sabe que, al aprender este arte está celebrando un oficio que poco ha cambiado en miles de años de práctica y también señala y homenajea a los maestros que aún hacen sillas de montar, diciendo que es el arte total del cuero, es la “ergonomía galopando”.

Creó Blu Marino, con más de 100 referencias de productos de alta gama, para desplegar sus dos goces: el amor por el cuero y los viajes. La rosa de los vientos es su logo porque la sigue con obediencia y lo ha llevado a entrar en el reñido mercado internacional de los productos de decoración para hoteles y restaurantes de lujo.

Sabe que cada lámpara, cojín trenzado, caja elaborada en la técnica de la tajinería, maletín o cartera es un placer para la mirada, un producto que llevará consigo el paso del tiempo, justamente ese punto de conexión con la memoria que hacen de este material la sensualidad y potencia de la memoria afectiva.

Artesanos de la ruta

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