Taller: Tejidos Dansa, Asociación de Mujeres Herencia Muisca (16 mujeres)
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Ráquira - Chiquinquirá
Ubicación: Villa de Leyva, Boyacá
María Daniza se define como campesina de pura cepa, y digna heredera de su padre, Herminio Sáenz, uno de esos hombres de campo que sabían hacer de todo y no se varaban por nada del mundo. Tejía para abrigar el frío con ruanas y cobijas, también en fique para cargar las hortalizas, hacía los chorotes de barro con los cuales cocinar, recoger agua, preparar la chicha y comer, secaba las pieles de las reses para tender su cuero y hacerse la cuja para dormir, así como tallaba para hacerles los yugos o las piezas de arado a los bueyes…
Hoy cuenta este pasado con algo de suspiros en la voz, pues él fue su gran inspiración, pero reconoce que vino a exaltarlo tarde, a ese padre, cuando poco pudo aprovecharlo. Pero, a la manera de una cuenta pendiente con la vida, la espinita se le clavó y, ya organizada con su esposo a muy corta edad, decidió que ser tejedora y, con ello embajadora de lo que significa ser boyacense, sería a lo que le dedicaría la vida. Y así ha sido. Por eso, a su tradición artesanal, le ha sumado el turismo comunitario. Hoy, con los 60 años cumplidos, sabe que lo ha hecho bien, pero también, que en esta batalla de la identidad nada está ganado, pues Villa de Leyva, paradójicamente, se ha convertido en un polo multicultural en donde las mil y un culturas conviven desdibujando cualquier noción de tradición de aquí y de allá, poniendo a competir relatos y productos.
Sin embargo, sabe que su tradición es valiosa y encantadora, por eso se le ha metido de lleno a presentarla con todas las de la ley y, de esta forma, poner en valor el trabajo artesanal del tejido en lana en sus variadas técnicas del telar, dos agujas y macramé, con el ingrediente adicional, y muy atractivo, de presentar el proceso de la lana de comienzo a fin. Sabe que mostrar a sus ovejas le permite al visitante empezar a entender el largo camino que tiene la elaboración de una ruana, un chal o unos guantes. Porque los encargados de enseñarnos este universo de la naturaleza son Pequitas, Manchitas, Cachitos, Byron, el cordero recién nacido, o Rodolfo, el ovejo grandote y rechoncho. Con ellos vemos que la esquilada de la oveja es cosa seria, pues una vez pelado el animalito hay que reservar la lana al menos un mes antes de poderla lavar. Luego, escarmenarla o limpiarla, para hilarla, torcerla y dejarla preparada y lo más limpia posible para tejer… un proceso que puede tomarse varios meses, pues no es la actividad principal de las mujeres hilanderas… esto, porque ¿quién puede vivir con los 20.000 pesos por libra que le pagarían por un día de trabajo?
María Daniza ha hecho de la demostración de oficio su mejor forma de contar la lana. Sabe que mostrar la preparación de la materia prima es la mejor forma de convencer a los turistas del valor de las artesanías tejidas a mano. Así mismo, para darle realce a las hilanderas que, normalmente, son las olvidadas del oficio, cuando, en realidad, a ellas, a su paciencia y habilidad, les debemos la suavidad de caricia de una ruana. Su taller se ha convertido en un espacio para celebrar el oficio artesanal en todas sus etapas. Y para combinarlo con la deliciosa dieta campesina de un sustancioso sancocho o cocido boyacense y coronar con una cuajada con melao, hecha con las vaquitas de las parcelas vecinas. Un plan que no te puedes perder al viajar a Villa de Leyva, y descubrir, así, un pedacito de la historia de esta tierra colorada.
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