Hace cálculos y, entre su abuelo Reyes, su papá Manuel y él, Reyes Manuel, esta familia ya lleva un siglo haciendo artesanías en Ráquira. Este hombre con memoria de elefante tiene claras las cuatro calles del pueblo de su infancia. También cuenta cuando eran cuatro los artesanos que trabajaban allí el barro –su abuelo Reyes, doña Elisa Rodríguez, don Laureano Martínez y don José Melo– y dieron inicio a la fama que hoy se imprime en este pueblo anaranjado.

Recuerda los atados por docenas que solían hacer los artesanos, compuestos por chorotes, pocillos y ollas pequeñitas, que se solían cambiar por sal en Zipaquirá y lo importante que era llevar a las ferias de Chocontá los productos que se hacían en Ráquira. Como si fuera ayer, rememora cuando a sus siete años se sentó al lado de su papá para verlo trabajar e imitarlo, con tan mala suerte, ríe contando, que resultó un muy buen alumno, así que empezó el régimen de la enseñanza y el trabajo, con madrugada a las 3 de la mañana para empezar la larga jornada de preparar, desde muy temprano en junio, las piezas de los pesebres navideños que los harían famosos.

Se hincha de orgullo al decir que su papá fue condecorado por Artesanías de Colombia por sus vajillas esmaltadas raquireñas durante el gobierno de Alfonso López Michelsen y que también se inventó el marranito que hoy todos tenemos como alcancía y que don Manuel fue de los pioneros en hacer figuritas zoomorfas, caballitos principalmente, así como campesinas e hilanderas. La vena por este trabajo manual pareciera que se cultivó en la región, pues narra que su abuelo Reyes nació en la vereda Resguardo Occidente, ese “nidito de artesanos”, de donde también es doña Otilia Ruiz.

Todo en él es recuerdo vívido y sabe que es el heredero de una tradición que mantiene viva, así que sigue con la ancestralidad de su casa, ahora, él mismo, haciendo historia.