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Rosa María Jerez Ruiz

Taller: Taller las Otilias de Rosa María
Oficio: Alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Ráquira - Chiquinquirá
Ubicación: Ráquira, Boyacá


Imagen de Medalla Maestría Artesanal

Ella la vio moverse. A la virgen. Sintió lo penetrante de su mirada y quedó conmovida hasta las entrañas. Rosa María creyó por tiempo, a sus 6 años, que esa “estatua” se había comunicado con ella, pero aunque se animó a tocarla y vio que, en efecto, como le había dicho su mamá no se movía, no perdió la fe. Quiso, eso sí, hacer en arcilla lo que los artistas hacían en yeso al crear esas esculturas: “que lo conozcan a uno por lo que hace”, se dijo. Y que al verlas, el corazón saltara como a ella misma le pasó. Logró cumplir su sueño, pero para llegar allí tendría que vivir un largo camino.

Todo empezó temprano, en una Ráquira que “era solo el marco del parque”, viendo a esa mamá trabajadora y sabia, María Otilia Ruiz de Jerez, hacedora de vasijas, ollas, chorotes, pailas y cazuelas. Encomendándose a Santa Rufina, patrona de las alfareras, yendo por el barro a la mina, tocándolo para saber cuál era el más suave, cargando el agua a las espaldas, acompañándola en su quemada y transformación. La veía incansable, pero también sacrificada. Entendía lo que costaba a esa mamá llevar la mazamorra a la mesa cada día, para siete personas. Veía, también, que las mujeres que vendían los productos en la plaza de mercado de Villa de Leyva, ganaban mejor que ella, porque revendían lo que alfareras como su mamá hacían de sol a sol.

Veía todo eso y quería ayudar a María Otilia, pero no sabía cómo. Estaba obsesionada con hacer un “morraco” que hiciera vibrar a quien lo viera. Esto, mucho tiempo antes de que la cerámica se concibiera siquiera como una posibilidad decorativa, así que cuando logró darle forma a esos muñequitos que soñaban con ser vírgenes, fue una pionera en el campo. De ahí al registro de su marca, y a la fama, fue un trecho.

Y como nada con esta mujer que alguna vez fue tímida deja de ser insólito, pasó que alguna vez que su mamá se aventuró a llevar un par de iglesias al mercado, chuequitas y desiguales y que había hecho “por joder”, éstas conquistaron a un par de periodistas que aseguraron que en Boyacá había una Maria Otilia que hacía obras de Gaudí. De ahí que esas piezas que hacían madre e hija, igualitas a ellas, campesinas o vírgenes, Del Carmen, Del Rosario o la Rosa Mística, sean cada una de ellas “Otilias”. Todo un sello de Ráquira.

Y como toda historia mágica, basta decir que Rosa María sedujo a los estadounidenses al haber presentado su mundo en el Smithsonian de Washington y, para colmo de la lindura, su Otilia mayor reposa en el Vaticano. Ella logra lo que tanto quiso la niña de 6 años: que quien la mire se sienta atravesado.

Artesanos de la ruta

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