De una constante comunicación entre el adentro y el afuera nacen las piezas de joyería de Paula Estrada. Adentro suyo circulan sus intuiciones personales, entremezcladas con sus gustos, sensaciones y pensamientos. Su tarea ha sido encontrar la forma de materializar todo lo que la ronda internamente y volverlo un objeto que circule por el mundo, fuera de ella. Y para hacerlo, está la técnica, ese collage de recursos que le permiten darle forma a sus ideas. 

No solo hay muchas técnicas en el mundo de la joyería, sino que estamos hablando de una artesana que se dedicó por años a otras áreas del diseño y que acumuló, por lo tanto, formas de hacer las cosas. Primero estudió diseño industrial y aprendió de herrajes, textiles, marroquinería, calzado, mobiliario y empaques, después trabajó por diez años diseñando muebles y entendió cuánto se parecen los muebles a las joyas, pues en ambos se dobla y suelda el metal, aunque a distinta escala, y estuvo a cargo de la imagen de marca de una empresa del sector de moda por cuatro años. Todo esto lo hizo antes de entregarse a la joyería e irse a Barcelona para estudiarla. Era algo que la había rondado desde sus años universitarios, cuando las únicas opciones en términos de joyería eran, aparentemente, dedicarse a la alta joyería o vender piezas en alambrismo en el mercado de San Alejo. Lo que había era, en cambio, todo un mundo por descubrir, el de la joyería contemporánea. 

Pasó que cuando se fue a estudiar se encontró con que era muy poquito lo que sabía de la disciplina, fue como despertarse por primera vez y ver que el mundo estaba lleno de novedades. Se convirtió en una esponja que absorbía vorazmente para llenar los vacíos, para entender. Incluso hoy en día siente que entre más aprende del oficio más se da cuenta del tiempo y la dedicación que requiere. Sabe que nunca se acaba de aprender, y por eso, a veces le cuesta decir que es joyera: quisiera saberlo todo antes de nombrarse como tal. 

Así fue como la exploración se convirtió en el hilo conductor de su trabajo. Está en una constante búsqueda de los medios que le permitan poner en el mundo sus intuiciones. Sus piezas de insectos, moscas, chicharras, chinches y cucarrones, por ejemplo, nacieron del deseo de crear algo que causara atracción y repulsión al mismo tiempo, y para hacerlas, tuvo que valerse de la impresión 3D tan usada en el diseño industrial, combinada con la fundición y los moldes de caucho de la joyería tradicional. Para otras de sus piezas, encontró la porcelana y las aplicaciones de técnicas textiles a metales. 

Haber escogido el oficio de la joyería, naturalmente, la llevó a cambiar su estilo de vida. Se dio cuenta de que no quería producir miles, sino solo lo necesario. Fue como si se hubiera cambiado de bando, del mundo del diseño y su producción en masa, al mundo de la joyería hecha a mano, despacio. Y sin duda ha sido un reto volver su pasión rentable. Afortunadamente, ha encontrado en la variedad de técnicas una balanza: fundición y casting para producir en volumen sus populares aretes de moscas, y tejido en hilos de plata para volver al hacer despacio, además de la enseñanza universitaria, en la que trabaja desde hace más de diez años. Todo para seguir creando instintivamente piezas que nazcan desde sus propias entrañas, trabajando desde sus preguntas profundas, con el fin último de comunicar a través de sus joyas.