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Juan Urán

Taller: Artesol El Cedro
Oficio: Cestería
Ruta: Ruta Córdoba
Ubicación: Montería, Córdoba


AGENDA TU VISITA

  Llegar al corregimiento El Cedro y preguntar por Alcides Vives y Adriana Martínez
  3234539063 - 3128969810
  Yasminvidesmartinez@gmail.com
  @artesol_el_cedro_06
  @jemar.decoraciones

Hijo y nieto de artesanos, se sabe el continuador de una tradición familiar. Y aunque cuenta que creció lejos de ellos porque sus papás se divorciaron cuando era un niño, está convencido de que tiene el gen del artesano y que a ese destino difícilmente se le habría podido escapar. Los Urán son joyeros cienagueros y su historia se cuenta en hilos de oro; él, a pesar de que conoce y valora el oficio, ha extendido sus intereses y prefiere saberse capaz de usar la materia prima que le convenga a la artesanía que salga de sus manos. Ello significa, trabajar metales como la plata, pero también en totumo, coco, cuerno de vaca o semillas de corozo. Éste fruto, por ejemplo, brillado, se le parece a una piedra de ónix y, así, se inventa un anillo lindo. Le da más sentido a donde vive y, para él, es su piedra preciosa.

Recuerda esos tiempos cuando, de niño, su abuelo lo mandaba a cuidar a los carneros en Ciénaga de Oro; se protegía del sol debajo de un árbol de totumo y veía sus frutos colgar. Un día, mientras reposaba en aquella sombra, pasó un helicóptero. Éste se le coló entre las ramas de este frondoso árbol y la imagen fue suficiente para iluminarlo: llegó a su casa con la firme intención de hacerse un juguete volador con uno de esos totumos. Le resultó tan bien el experimento que, al enamorarse de un globo terráqueo en el salón de su escuela, y sin tener los medios para comprarse uno, no vio problema alguno en hacérselo en totumo. No sabía por ese entonces que este fruto necesitaba de un trabajo de preparación para volverse funcional y que, además, lo había cogido verde, así que cuando se secó, se le arrugó todo. Eso no impidió, sin embargo, que disfrutara de sus texturas montañosas que, desde ese entonces, se convirtieron para él en múltiples geografías. Con ese espíritu curioso y feliz anda por la vida. De verdad que no le cuesta sonreír.

Cuando rememora sus años como artesano se percata que el totumo siempre fue parte de su historia. Así como la filigrana lo conectaba con su abuelo, el fruto del totumo lo hacía con su abuela. Dentro de éste ella guardaba el suero atollabuey y la mantequilla fresca. Puras memorias deliciosas. La veía curarlo dejándole leche cocida con sal por dos o tres días para luego sacárselo por un huequito que le perforaba en una de sus extremidades. En esa tarea sencilla estaba inmunizándolo y dejando la cáscara lista para introducir allí cuántos alimentos se quisieran conservar. Sin embargo, al irse de Ciénaga para Montería con su mamá, esos recuerdos de infancia se fueron reemplazando por nuevos, en una nueva ciudad.

En la capital aprendió pirograbado así como se metió en algunos cursos de bellas artes, y al no haber facultad para perfeccionar sus habilidades, terminó estudiando Diseño Gráfico. Pero lo suyo sería regresar al origen, así que terminó trabajando como instructor de artesanías para el Sena y fue allí que experimentó con toda suerte de materiales –el coco, el cacho, la madera, las conchas y las semillas– así como oficios como el macramé, la talla o la joyería. Hasta que se decidió a abrir su taller. Le encantaba diseñar sus propias piezas, sacando el ADN de los creadores de la familia. Tan es así que no hay día en que no llegue a su casa cargando algún totumo o tronco que se encontró en la calle. Sabe que algún día saldrá de allí una artesanía. Su esposa se ríe de esta manía linda.

Y así se le pasan los días, entre totumos que serán soperos o ensaladeros, entre conchas y semillas que serán anillos o accesorios. Solo se encarga de oír a la naturaleza que lo rodea, ella sabrá decirle en qué convertirse.

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